Porque el sol ya no está tan alto, porque las cosas se mueven, porque ya te puedes poner suavemente al sol cuando cae la tarde. Sí. Es así. Puedes hacerlo, porque amarillea ...
El ámbar de la luz del sol te propone una reflexión serena entre sombras alargadas y el bienestar. Todo tiene una perspectiva que paulatinamente muta y descubre grata y novedosa. Y el día ya no solo es una tortura para el viandante contumaz y activo. Y no digamos la hermosa y menguante tarde que brilla en irremediable calor que se parece al amarillo delicado y oportuno. A esa sensación amarillenta y tranquila que marca otro estar. Sí. Amarillea ...
Me recuerda a una piel de mujer sin rojo bikini, o sin carmín pasión en sus carnosos labios. Este verano de septiembre casi virgen,-pero que acabará fornido y calmo-, es el inicio de una bonita y grata nostalgia de un ciclo. Y al fondo de la nostalgia de un verano raro, las ramas y el viento, las plantas y las miradas maduras saben que, amarillea ...
Rojiza suavemente, como lima limón, como la verdad de otra forma, como un nuevo modo coqueto y en frasco japonés de descubrir el futuro, amarillea potente e inevitablemente. Porque el sol madura y convierte a la vida en recogida de temporeros maltratados y mal pagados. Y en el sudor de la ucraniana o del ecuatoriano, hay un choque y un contraste que brillan imparables hacia una decisión. Amarillea en sus sienes y en sus senos, y la playa se pone vintage, y la foto parece de otro tiempo, y la madurez se apodera de toda la atmósfera, como todo cambio, como toda imprecisión, como toda variabilidad, como esa cosa que ya no es completamente roja y que ya lleva verde arcoiris, el cual, amarillea cromáticamente.
El amarillo es color canario y carioca, de muchos kilómetros más allá, de guayaba, salsa o bachata. El amarillo es el Caribe, y el polo amarilleando de limón, y la contención mágica y hasta extraña de la renuncia a parte de unos deseos.
Amarilleas porque nunca podré verte plenamente. Amarilleas porque no me dices toda la verdad y porque sensacionalizas y exageras...
Amarillea porque viene el tiempo del cole y de los nenes, porque te quitas allá la gorra protectora o el bañador exhibicionista. Amarilleas porque eres inevitable, fugaz, transitoria, invisible, cautelosa, estratega, firme, lenta y a ritmo. Amarilleas porque me gustas, porque me agrada el placer de tu serenidad, porque no tienes miedo a nada ni a nadie, porque aceptarás el nuevo tiempo con la luz que sea. Porque tú eres el presente de dicha luz menguante y cambiante. Porque, amarilleas ...
Y el color de las macetas de mi balcón se confunden con el verde de las hojas en ocre, y todo hace un conjunto placentero. Me gustaría ser pintor de ocres, de contrastes, de pringarme de riesgo, de lienzo y color; dibujar un tiempo hermoso y sereno. Atrapar cuando amarilleas en el tú sempiterno.
Solo puedo mirar cuando amarilleas, y mandar a paseo al volcán del rojo cabrón de Julio, cuando solo era posible la paciencia y el exceso frívolo de la vacación desordenada, necesaria y casi infante.
De modo que me abro a tu amarilleo y a sus derivadas como son el amor y el amar. Y tú, no cambies nunca porque no se puede. Sigue caminando a través de tu sonrisa alargada y pacífica. Y no dejes de ser tu magia.
-ESA QUE AMARILLEA-
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