De mis pies. Los años no pasan en balde. Y, pendiente de una intervención de prótesis de rodilla, es más difícil alcanzar con las tijeras las uñas de mis pies. Y esta impotencia puede dar paso al descuido.
Solucionado el tema. Aclarado y conciliado. Hay un maremágnum en la salud y sudor de los pies en el calor maratoniano valenciano. El calzado, el sudor de pies, los remedios caseros más que imperfectos, el olor del sudor, la lavadora que acaba machacando a mis zapatillas, el exceso de bicarbonato sódico que puede desencadenar un zafarrancho si te pasas de dosis buscando el paraíso podal, y mil necesidades en un tiempo encrespado.
Hoy comprobé que a veces no importa hacerse demasiado mayor. Muy cerca de mi casa, muy cerca de mí, muy cerca de mis sueños de saudade, bien cerca de todas las soluciones que aparcan remedios del boca a boca, seguía quedando humanidad y ternura. Y, precio módico y solidario.
Es de todo de mujeres, y menos de hombres. Peluquería, esteticienne, podología, cortan las uñas a la gente mayor, alivian y sanan durezas y callos, y te remiten al médico si no es cosa suya. Es decir, que en mi barriada,-que lo sigue siendo-, todavía está la atemporalidad afectiva que sorprende.
Me estaban esperando. Una señora me ha recibido y le ha dicho a su compañera que era yo. Tenía un cita con la mujer que arregla los pies a los mayores de la barriada. Sí. ¡Todavía queda barriada como siempre la sueño! ...
Al entrar al establecimiento y tras sentarme, se acercó una mujer más o menos de mi edad. Me agradó su porte y su actitud. Tiene aspecto de ser hija de la inmigración. Serena, decidida, humana, profesional, amable, paciente, natural ...
- "Pon los pies en este barreño de agua" ...
- "¿Aquí?" ...
- "Sí."
- "Voy."...
Y tras obedecer a la humana mujer, me vino a la cabeza la idea familiar y tan extrañada de la cercanía. A los pocos minutos la mujer se puso frente a mí, colocó una toalla en su regazo y procedió a sanear mis pies con su punto débil actual que son las uñas.
- "Es que yo peso mucho, y si pongo la pierna ahí le puedo hacer daño y ..."
- "No se preocupe. Deme ese pie." ...
Esa mujer es fuerte. Hecha a su profesión. No sentí la humillación de que otros llegaran a mis pies y me los arreglaran. La dependencia. Todo era un trabajo. Un trabajo, unas recomendaciones, un corte y lime de uñas, una solución al olor, consejos acerca del calzado y de las plantillas, y una sugerencia de cita con el médico para más adelante.
La mujer no parece de mucho sonreír. Pero, labora. Labora con enorme concentración y sin disociar si yo era mujer u hombre. Estaba trabajando con un cliente más y aguantando paciente y estoicamente mi batería de dudas y preguntas.
Me ha impresionado la calma y el talante tranquilo de esta mujer. Sin el menor aspaviento, como lo haría una amiga y con toda la paciencia y aceptación. Impecable.
¡Paz! Noté tanta paz que casi me dio cosa irme de allí al acabar la sesión. Me dieron ganas de darme la vuelta y recomprobar lo vivido. Sí. Aquella naturalidad era paz. Es, paz. Me sentí comprendido, incorporado al vehículo de las necesidades naturales de los demás, aceptado en la carencia, y espléndidamente atendido.
Esa paz parece efímera, pero puede ser fantástica y aparece en el lugar menos esperado. La mujer no tenía cara de nadie protectora ni de madraza. Sencillamente, era una mujer amable y tranquila que ejercía su labor con una sana naturalidad. Parece que el mundo de las asistencias puede ser caro y sofisticado. Mas no es cierto. Solo es un tema de actitud. De serenidad. De eficacia. De evidencia.
-TODO MUCHO MÁS FÁCIL-
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