sábado, 5 de octubre de 2019

- SUAVE -




En medio del torrente estrepitoso, o en la iterada charla molesta, o desde el desacuerdo ruidoso que proyecta una nube negra y amenazante, sé que hay otra vida que nunca te esperas pero que es más real que una montaña himalaya y estremecedora.
A pesar de los cascotes y de las imperfecciones, de las irregularidades y de las imperfecciones, de las facturas onerosas, o del mal fario o la piedra puntiaguda, os aseguro que puede existir y existe la suavidad.
Cuando menos te lo esperas y aunque lo desees con el corazón de la esperanza, algo hermoso y tremendamente humano y natural va a desencadenarse y tener lugar.
Dulzura. Mucha dulzura. E impulso y empatía. Similitud y shiatsu. Zen de golosina y colores. Tarde especial y más que gratificante. Tu piel, tus manos, mi audacia y tu convicción. Tu suavidad.
Solo son unos roces entre dos manos. Es algo que el dios destino ha decidido y ha hegemonizado. Y entonces una manaza mía se acerca hacia tí, y tú despliegas tus capas de cebolla hasta dar con una absoluta y coqueta sonrisa de dulzura que insiste en su atractivo.
Siempre me atraen las sorpresas porque me gusta el vivir y que no me lo cuenten. Nunca te había visto. Pero aceptaste mi complicidad, y tu porte quedo y distraído se tornó concentrado y dispuesto a otorgar paz. Y la paz son tus manos. El roce de tus manos, el pase de tu piel sobre la mía, el intercambio de la ternura, y toda la realidad palpable.
Tengo todos los pies sobre la tierra. Pero tu suavidad me sugirió otros senderos positivos y gratos. Y cuando volviste a pasarme tus manos con agrado y me cogiste los tendones de los dedos, ya no hubo reloj sino tu grato estar y tu relax de filosofía, silencio y risa.
Te hice reír con mis locuras de niño eterno, pero eso carecía de importancia. Porque eras solo tú quien deseaba reír y dejar en suspenso las mochilas de los sinsabores. Y toda la adversidad se ausentó con ese tiempo gigantesco y sin reloj. Todo enormemente suave.
Suave es estar a gusto, más suave cuando tu roce no era toque sino contacto casi en paralelo, pero contacto sin palabras que se llama bienestar. Suave es tu sabiduría de mujer.Y saber que esto son dos taciturnos telediarios y que vaya usted a saber qué diablos nos pasará mañana.
Te dije que me gustaron tus manos y tu sonrisa. Y nunca era coba ni halago cortés. Solo era realidad. Y te pedí con mi mirada y con mil palabras admiradas que volvieras a hacerme soñar y desconectar de las durezas mutuas.
Y tú, mujer de suavidad, fuiste obediente y de nuevo me rozaste las manos y yo cerré los ojos para apurar el trago de gozo, y en ese momento tú describiste mi agrado y continuaste todo el tiempo sin que ninguno de los dos se diese cuenta ni pretendiera hacerlo. No se puede interrumpir una absoluta vivencia más que grata.
Gracias, suavidad. La suavidad es un fuerza real y sutil, más potente que un hércules. Oriental y pluridireccional, eterna y seductora, necesaria, oportuna, dulce, entrañable y magna.
Suavizaste con tu aura todo mi ser, mientras tu boca se iluminaba en sonrisa de estar bien a gusto. Y disociaste, suavidad, la pureza de la pasión encendida y volcánica. Porque eso último es otro tiempo.
El roce suave de tus manos es otra cosa que nunca la palabra podrá describir. Y ahora te digo una cosa, Que, ya pasó. Que ya está. Que, ha tenido lugar, y que no se puede hacer nada para borrar todo este tiempo y decirle que no.
Ahora, después, que llegue la tempestad final si quiere, o que sucedan mil millones de cosas nuevas y diversas como toda la vida. Hemos ganado y sucumbido a esa suavidad cómplice, hemos derrotado a la nada, se creó gusto y complicidad, se planeó la conveniencia de seguir con tus manos en las mías. Y eso es tan importante como el sustento o el oropel. Suavidad sutil sobre nosotros.
-NO SE PUEDE PARAR TAL SUAVIDAD-

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