Amenábar no busca aquí culpables. Solo busca comprensión de las situaciones. Nos invita a hacer un esfuerzo por meternos en los personajes más enfrentados. Los de los bandos de la fratricida guerra civil española. De las circunstancias que pudieron generarla, y del derecho a toda la duda.
Y en medio de las dos grandes heridas enfrentadas, se centra en la figura de uno de los mejores filósofos españoles de siempre. Y desde el genio Unamuno, nos introduce en ese universo finalmente inteligente del derecho a equivocarse y a saber rectificar y con todas las consecuencias.
El personaje real de Unamuno, siempre fue explosivo y real. A nadie dejó indiferente. Porque el vasco Miguel de Unamuno, su postura y personaje, dio para mucho. Para todo. Porque Unamuno significa la libertad y el decir la suprema verdad aunque le cueste la vida. La vida, será su verdad argumentada, o no será. Su valentía será temeraria y audaz, casi egoísta, pero quien nace genio nunca se modifica en su esencia.
En la peli de Alejandro Amenábar, salen Franco y Millán Astray,-el fundador de la Legión-, y del que Eduard Fernández realiza una interpretación magistral.
Franco, no aparece como un tipo malvado. Su expresión es un poco de dejarse llevar por las coyunturas. Amenábar se mete bien en su gestualidad y psicología, le cuida los planos al rigor, le imita la voz y también le enseña las dudas. Para Franco,-interpretado por Santi Prego-, no es fácil llegar a ser el Generalísimo. En Burgos hay una Junta militar que no se lo pone fácil, y el gallego es consciente. No se fía de demasiado nadie, y en su situación es entendible.
Insisto en la labor actoral espléndida de Eduard Fernández,-merece el Goya-, en su personaje de Millán Astray. Tuerto, un solo brazo, y una filosofía de echarse hacia adelante. Como si proyectara sus heridas en busca de un sosiego a su modo. Y la bandera. Una bandera que viene de los reyes, y que puede servir para ganar sus intereses. Es su España de la energía y de la tradición. La España prefranquista que apoya su causa frente a esos rojos republicanos que parece que no se aclaran.
Y aparece Karra Ejalde con su "Miguel de Unamuno". El escritor y pensador está en su mundo especial de la Universidad, del talento, del perfeccionismo, de la exuberancia y de la calidad intelectual. Está viviendo su tiempo en un Régimen republicano que le defrauda. Es como si Unamuno quisiera la aristocracia del talento para el Gobierno. Como si lo que ve, al no ser elevado o perfecto, le apartase de su sí. Y aparentemente indolente y pasota, decide que ya le da igual todo. Es el Rector de la Universidad de Salamanca, que es el Saber con mayúsculas, y todo lo demás es menoridad.
Unamuno siempre va observando. Hablando lo que desea. Y de tanta libertad ve el peligro y la muerte llegar. El filósofo vasco sigue erre que erre y nunca nadie le cambiará. Y en esa observación se va dando cuenta de su error cuando acepta inicialmente el franquismo emergente.
Sobre todo, cuando el terrible Millán Astray, le reta. Dos personajes con posiciones vitales antagónicas. Unamuno nunca se calla. Lo da todo en cada frase. Cada palabra suya es un viento de libertad. Y no acepta imposiciones. Ni del de la Legión ni de nadie. Para él la guerra y el odio representan lo más absurdo y ruín de la condición humana. Y el vasco es tan libre que tiene al miedo como a un compañero menor que hay que domeñar.
Y, finalmente, desde su Rectorado de Salamanca, en el icono y centro del saber y de la verdad pensada, intentan que no diga lo que piensa. Pero no conocen bien a Unamuno. Y allí, en su gran y excelsa tribuna, Miguel habla del fascismo y argumenta en profundidad y con arrojo su magno pensar. Lo paga caro, claro está.
Ese debe ser el mensaje del film. La libertad de expresión en democracia, en dictadura, en calor, en frío, en la playa o en el mar. Nuestra obligación de no callarnos nunca, de ser hasta temerarios, pero nunca jugar a decir lo que no sentimos.
-PROBAD A VER ESTE FILM-
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