Disposición en el campo. Orden. El Madrid, fuera de la Copa. Los pegadores del Barça mandan a la lona a la música animosa de Modric y los suyos. Suárez se niega a envejecer y golpea varias veces en el segundo tiempo. Hubo empate a juego y un desequilibrio brutal para golpear el hierro del gol.
Porque Vinicius fue carioca, exhuberante, lleno de artificio y calidad, pero está verdecillo a pesar de sus cualidades, y le va hoy por hoy más la construcción creativa que la ejecución de los números fríos. Lo contrario del citado uruguayo Suárez, que va a lo que va.
Es una de las grandes diferencias entre estos dos equipos. El Barça del dios Messi puede permitirse partidos grises y abúlicos, sin que por ello vaya a renunciar a la gran y hasta holgada victoria. El Madrid se estrella contra sus límites. Habla con su realidad. Solari vuelve al tópico y posterga a Isco y al extraño Bale. En los blancos faltan esos jugadores determinantes y maliciosos. Benzema está demasiado solo por ahí arriba. Es de lo poco con entidad que va quedando en este Madrid.
Los mamporrazos fueron tan contundentes que en un pispás acabaron con todas las ilusiones. El último cuarto de hora fue la desilusión del silencio. Y la preocupación. Fue un partido sin polémica de VAR y sin un Messi especialmente protagonista. Cosa anodino y prudente.
El silencio. Hay mucho silencio en este menor Madrid de Solari. Y lo preocupante es que estas dos grandes marcas del fútbol español, tendrán combate de nuevo el próximo sábado y esta vez en la Liga.
El Barça camina ya hacia la final de la Copa del Rey de Sevilla y hace yoga sereno intentando sentenciar la Liga a poco que Messi vuelve a aparecer y a liarla. El Barça ya tiene paz. Dembelé se atreve más, y el bloque se engancha y se completa. Parece verdaderamente difícil que alguien le gane a los de Valverde. Parece el mejor equipo que este año puede aspirar también a la Champions, como profetizó el super as Leonel Messi.
Silencio. Silencio madridista. Silencio oscuro. Porque con la música y la buena disposición no le alcanza. Solo si gana el sábado a su eterno rival catalán, podría volver la sonrisa de competición patria y no depender de su extraña magia de la Champions. Pero, poco más ...
El Real Madrid no ha sabido buscar substituciones eficaces a la marcha decisiva de Cristiano Ronaldo. Ha sido una mala planificación deportiva. No tiene gol, entre otras cosas porque no han fichado goleadores. Esa es una negativa clave madridista.
Gerard Piqué se lo pasó bastante bien. Se lo pasa bien. A veces se va a la brava al ataque para demostrar las ganas que al Madrid le tiene el "jefe". Estuvo muy a gusto. Le encanta jugar estos potentes partidos que paralizan el planeta deportivo. Todo un personaje que hace pinitos de leader y de proyectos empresariales. Adorado por unos y odiado por otros. Genio y figura.
Ahora la que sigue viva es la pasión. La idea de ver a blancos y azulgranas en directo y cara a cara. Dos orgullosos eternos y siempre enfrentados. La sal de la rivalidad. Por eso molesta el silencio. Sabe mal que haya demasiada distancia entre unos y otros. Debe haber posibilidades cercanas entre ellos, porque eso le gusta a la salsa del fútbol.
Olvidar y seguir. También el sábado pasarán cosas y muy atractivas. Y Messi la puede liar y sellar. Y Vinicius volver a hacer el Neymar y a sonreír como solo los brasileiros son capaces. Y Valverde y Solari sufrirán la impotencia desde la mirada de los banquillos. Y el fútbol del sol volverá a salir y brillar con toda su magna decisión y crueldad. Y habrán vencedores y vencidos.
-SEGUIRÁN PASANDO COSAS-
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