Realidad. Ese mundo existe y no es ninguna invención. La gente se busca la vida desde lo mísero, por encima y por debajo de las leyes. Cuando la vida solo se llama animosa y durísima supervivencia.
En un pequeño pueblo italiano, alguien se gana la vida cuidando y acicalando perros, y ayudándose con la pasantía de la droga. Y entre la dureza y lo áspero del vivir, aparece la ternura de una niña y el placer de la lealtad y de la amistad. El sacrificio humano.
El personaje que borda el formidable actor italiano Marcello Fonte, es tan difícil como auténtico. Soberbia interpretación. Y "Marcello", que así se llama en la película itala, acumula matices y tempos que evolucionan en función de esa circunstancia en acción que es el vivir cotidiano.
"Marcello", feo, canijo, noble, confiado, osado, tierno y padrazo. Y a la vez, tremendamente humano y leal. No se sabe si da pena verle o si impacta su drama en su naturalidad.
Domar perros fieros. Calmarlos y acicalarlos. Y en medio el animal humano. Su amigo "Simoncino" también es rabia y debe parar su falta imposible de autocontrol.
"Marcello" hace el sacrificio y la nobleza. Se mete en la cárcel autoinculpándose porque no quiere líos. Pero su humanidad le lleva a confiarse en exceso y a pensar que otros pueden tener sus mismos sentimientos. Vitalidad y violencia. Personajes fatales y lógicas tan terribles como auténticas.
Cuando "Marcello" vuelve de la cárcel, encuentra en su amigo la decepción, y entonces él acaba arrastrado por su propia violencia. Y se termina dando cuenta de que él es un ser social y para estar entre todos y en el sosiego. Como cuando juega al submarinismo con su hija, descubriendo la maravilla del misterio y de la profundidad.
Los perros ladran primitivos y amenazadores, pero los humanos como él pueden pensar con sentimientos y tomar decisiones. "Marcello" piensa en que no le toman más el pelo y que la cárcel le curtió, pero yerra plenamente. Por eso golpea con fiereza impotente la moto de su mejor amigo cómplice. Y sueña con el justicierismo, y hasta trata de anular a su mejor rival encerrándolo en una perruna jaula.
No es lo mismo. Su amigo el fortachón y canalla "Simoncino" está a punto de escapar y de neutralizarle para siempre. "Marcello", es social. Se ve obligado a salvar el pellejo acabando con su amigo. Y finalmente trata de justificarse hacia los otros amigos en un acto de arrepentimiento anhelado. Quiere seguir perteneciendo al cuerpo social aunque sea saliendo del averno y pidiendo perdón, y dando explicaciones a oídos sordos que le desprecian y que pasan de él.
Las últimas escenas de esta gran película del director italo Garrone, tienen toda la sal del drama y de la desesperación, y en este film ni una sola gota de sangre o de heridas que desfiguran están de más. Porque todo puede ser real. A la vez, observo que alguien no aguanta más y se levanta decidido de su butaca con mal cuerpo interior e impresionado.
Tiene justificación. El final es el drama expresado, el infierno de los sentimientos en la Tierra. El fin del todo para "Marcello". Lleva a lomos a su víctima tras un esfuerzo titánico y agónico, y llama desgarradoramente a unos amigos que nunca ya le ven más y que al final llenan un hueco de ausencia.
Y allí, en medio de la naturaleza y de las ruínas, mientras la vida amanece y la inercia del día a día está comenzando, "Marcello" comienza a autoderrotarse del todo. Le han fallado los mecanismos interiores de su supervivencia. Ha llegado su nada y su derrota, y "Marcello" mira desolado y con la mirada perdida.
¡ESPLÉNDIDO FILM!
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