jueves, 14 de junio de 2018

- VERANO INEVITABLE -




La primavera se mostró musculada y activa. Espléndida, cambiante, lluviosa, juguetona, antiturística, de agua y generosa. Longeva y como renacida desde otras primaveras raquíticas y sin personalidad.
Vencía y vencía al verano lejano de san Juan y sus hogueras. No daba opciones borrasca tras borrasca, tormenta tras tormenta, brazos de fríos y piernas de nieves. Rompía todos los récords de exuberancia y de sorpresa. Atrapaba al refranero y lo hacía fugaz y menor.
El verano ya está aquí. Escondido prudente inicialmente, tímido como los antiguos adolescentes, sin hacer apenas ruído y compartimentando su presencia en lapsos pequeños e inofensivos. Más que respetuoso con su estación precedente.
Pero ya está. Se quedó. Ha venido para crecer y mostrar su poderío. Han aparecido los tirantes y los tops, las camisetas y los sudores; el imperio potente del turismo abarrotado.
El Mediterráneo ya es una caldera. Los aparatos de aire acondicionado se han puesto en acción, las horas diurnas han perdido el encanto de la suavidad, y ahora se agradece la brisa y la sombra, el baño de mar, La Malvarrosa, las playas y la desconexión.
En mi Valencia la humedad ya surgió. Sudando todo el día. El cuerpo aún no se ha acostumbrado a este clima africano que nos asalta desde el cambio climático. Alea jacta est.
El verano se mete por todos los recovecos y explora las sombras. Busca en ellas afianzar su poder. Ni una calle sombreada. El verano inicialmente dudoso, dubitativo y apurado, da paso al verano superior y caprichoso. Poderoso y definitivo. Hace que las plantas queden desnudas ante el destrozo de su fuerte calor y hay que colocar toldos o persianas para protegerlas.
El agua de beber. El frigorífico, las ensaladas, la cosa ligera y el helado, la orxata de Alboraia y la sedación del agua de las sandías y melones. Frutas hídricas.
El verano tiene varias caras. La que huele a paz en la piscina, y la que martillea las facturas de las personas de clase baja que temen el gasto. Pero ya ha llegado la hora de la decisión, de la chancla, de la sandalia, de la relajación de las costumbres y del aplatanamiento.
Ahora es la playa y el a cubierto. El esperar que el sol demoledor no sea cruel y tenga piedad. El imperio del sol es capaz de crear destrozos y desolación, y a su vez generar las ganas de salir ya bien caída la tarde.
El verano 2018 empezará deportivo por los dineros de Lopetegui, la presencia de un barco humano y solidario, por el desgaste y presencia de los ministros del gobierno Sánchez, y seguirá por el Mundial de Rusia haciendo pausas en la fresca hierba de Wembley camino del Tour y del todo. La siesta y la modorra.
Porque este verano que ha llegado, es el todo. Es el momento de las birras y de los excesos, bikinis y sexo, guiris y Salou, aviones que arrancan del suelo camino de las inmediatas vacaciones, el peligro de los incendios y el riesgo de secarse las ilusiones. Verano a todo riesgo.
Disimulaba el verano. Parecía que no iba a mostrar sus verdaderas intenciones porque ha sido oportuno y respetuoso. El verano inevitable de la ausencia y el cambio, y de cuando los estudiantes dejan el cole y vuelven al hogar camino de los campamentos de verano y del exceso de la noche.
Con el verano llegará el botellón, y el balconin, y los vecinos se armarán de paciencia y se esconderán en el pueblo o en la segunda residencia. Huirán. Y las grandes superficies comerciales pondrán frío de hilo musical para que siga el consumo y el Sistema. Y quizás el verano, para un amor deseado a la paz que inesperado. Y quizás huela y suene a beso potente de fresa y complicidad.
-A HELADO DE ATRACCIÓN-

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