Demasiado músculo y respeto en la primera mitad igualada y con opciones escasas para los dos mejores equipos españoles de fútbol. El Madrid salió corretón y presuroso desde las botas de Modric o Cristiano, pero la realidad no está para azares ni magias excesivas.
El Barça se limitaba a mantener el balón, a luchar los envites blancos, y con seriedad a esperar su momento. Sin prisas.
La sorpresa de Zinedine se llamó Kovacic. Dejó en el banquillo a la creatividad de Isco Alarcón pensando en que su bloque más la pegada de sus ases sería suficiente. Y, no. En el medio del campo blanco había más entusiasmo y atletismo que calidad, y la creatividad del mago malagueño Isco se echó de menos porque no estaba. Zidane debió jugarse el riesgo y confiar más. Teniendo a sus bombarderos estelares con muchas dudas y amagos de lesiones y baja forma, no era el momento de prescindir de la imaginación.
El partido duró un poco más allá de la primera parte. Cuando en el inicio de la segunda y en un clamoroso error defensivo, el bravo Luís Suárez comenzó a agujerear el queso. Luego vino la frustración desesperada de Carvajal sacando aposta con la mano otro gol y el árbitro le sacó la tarjeta roja y pitó penal. Leo Messi no perdonó y ahí acabó todo.
Se vio con el paso de los minutos todo el desgaste innecesario de la primera parte del Real, la asfixia de Cristiano, la impotencia del disminuído y suplente Bale, y el fracaso del sistema del entrenador blanco. Borrón.
Plácido y relajado, el Barça mostró una segunda parte con orgullo y excelsa superioridad que traduce a catorce puntos que le saca a su eterno rival. Silencio en el Bernabéu. Con media Liga en el bolsillo, el Barça se divirtió, quitó todo el drama y sedó las cosas. Aprovechó un estilo, una serenidad, un juego efectivo y domador, y permitió que las agujas del reloj y todos los segunderos fuesen de su propiedad. En los últimos instantes, Aleix Vidal sentenció con el 0-3 definitivo.
Ernesto "Txingurri" Valverde, de doctoró en el estadio blanco. Pocos recuerdan ahora al "Tata" Martino o a las cosas de Luís Enrique y su cara agria. Valverde es listo y astuto, ha puesto sonrisa e ilusión renovadora en sus jugadores, tiene uno de los mejores porteros del planeta, y mantiene en su equipo un equilibrio efectivo y hasta brillante que llega a sorprender por su convicción y solidez. Valverde completa su defensa, le capa miedo a las cosas, confía en Jordi Alba, no se desmorona con las lesiones, y sabe que Messi es algo especial y que si encima se le junta a su lado más ilusión, el Barça puede ser un equipo más que difícil para ganar.
La bravura de Luís Suárez merece ser destacada. Aparece cuando se le necesita y parece que se crece en lo grandes eventos. Su fuerza y su pasión en el gol y en la pugna en el uruguayo, merecen más que unas líneas. Es uno de los mejores delanteros del mundo y hoy nunca hubo dudas. Juega como pocos en el límite y se lleva el gato ganador a su agua.
El Madrid ha sido una sombra y especialmente en un segundo tiempo para olvidar. Navas no es Ter Stegen, y Cristiano está empezando el camino lógico de su declive. Como Sergio Ramos o como un Karim Benzema que casi no se le vió que no fuera en alguna ocasión de gol puntual. Demasiado nada. Un Madrid sin personalidad y sin alegría. Un Real, perdido desde su orgullo y con todas las dudas. Le falla el centro del campo y hoy le traicionó su simpático entrenador. Fue muy fácil para los culés.
Y eso no es bueno porque la Liga es larga y marathoniana,y se precisa igualdad y cercanía entre los aspirantes por la emoción de la competición. No hay nada decidido, pero las convicciones son abismales. El Barça está tranquilo y el Real demasiado ansioso. Así lo tendrá complicado. La fuerza blanca deja todas las incógnitas y cuestiona su seriedad. Por eso perdió fácilmente.
¡LUÍS SUÁREZ, BRAVO!
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