Tres semanas de carrera son una soberana bestiada tradicional y deportiva que le pone amenidad a los mediodías y a las tardes de la televisión de julio, cuando los otros deportes mayoritarios duermen. Y con la excelente noticia del no dopping, el respeto hasta el último de los soldados del Tour 2017 que han sufrido con obediencia camino del homenajeador y glamouroso París. Podio de sueños y Camino de Santiago de gregarios.
Sin sorpresas mayores. Ha ganado Froome. Su cuarto Tour. Se coloca a uno del gran Miguel Induráin. Ha sido el Tour de un maduro sabio entre el pelotón, que ha sabido parar la impulsividad y abrazar la inteligencia de las emociones en el llano, y en los ascensos y descensos. Y sin apenas rivales de entidad, porque las diferencias en la clasificación general son un tanto engañosas.
La gran decepción, el gran fiasco, ha sido Nairo Quintana y su absoluta falta de fuerzas tras al parecer correr inadecuadamente el Giro y errar clamorosamente en sus estrategias de preparación. Verle hacerse a un lado en donde los desniveles se ponían imposibles y saltaban los demarrages, no ha sido una imagen agradable para su prestigio. Nairo deberá reflexionar. Nadie duda de su enorme clase. Pero aún no ha ganado ningún Tour y eso debe preocuparle más.
El que se ha metido en la segunda plaza del cajón final, ha sido su compatriota un tanto desconocido para los no seguidores del ciclismo como ha sido Rigoberto Urán. Excelente escalador y tremendamente regular en todos los terrenos,-ya había sido segundo en el Giro-, Rigo ha logrado el mayor éxito de toda su carrera deportiva. Para estar más que feliz.
Francia se anima tras mil años sin un aspirante de entidad, con las cosas de su hijo Roman Bardet. Ha madurado, y correr en su país siempre ha de motivarle. Su tercera plaza es una esperanza para el ciclismo galo, que ya tiene un ídolo definido para el próximo año. Su cara de campeón tras su desastrosa contrarreloj final le honra y le ambiciona. Quería ganar la carrera.
El vasco Mikel Landa no ha sido una sorpresa. Le faltan escasos segundos para ser el mejor ciclista español actual. Ha mostrado fortaleza y talento a espuertas, y ha certificado su condición de aspirante a grandes cosas. Me recuerda al gran Joseba Beloki. Le esperamos. Enorme escalador.
Alberto Contador ha vuelto a animar el Tour con sus espectacular cimbreo o baile sobre la bicicleta, y se ha vuelto a caer mil veces, y sus arreones en la montaña ya son limitados, y le pesa el culo, y sus piernas ya no le van porque los años no pasan en balde, pero sigue gustando su ciclismo retador, orgulloso, de ataque, y tremendamente espectacular. Es el único corredor en activo que practica el ciclismo de antes y que mantiene vivas las tesis del crítico Bernard Hinault. ¡Valiente! ...
El cruel Tour tiró el primer día de carrera al hospital al eterno y campechano Alejandro Valverde, y eso nos quitó emoción en las etapas a las aspiraciones españolas. A recuperarse pronto ...
Fabio Aru se ganó solo a sí mismo tras algunos días de ilusión y buen arranque en montaña, y uno de maillot amarillo.
En efecto, Froome sacó por cuarta vez la sonrisa final de Champs Elysées. Ha sido el mejor y con la gorra. Experiencia y clase, y arropado por un equipo sensacional como el Sky. No se cayó nunca, no tuvo desfallecimientos, no tuvo que correr sin bici como el año pasado, y lo de Fabio Aru lo resolvió casi con magia y corriendo a la contra y con talento. Hoy por hoy es el mejor ciclista del mundo que engrandece a este deporte y le pone mito y hasta simpatía con ese correr extraño, desgarbado y heterodoxo, flaco y fibroso como un atleta genial que es.
Itero. Veintiún días en bici son la maravilla épica de fortaleza que afrontan unos deportistas con casta especial. Porque en tres semanas se pone de manifiesto el alma del fondista al que le ponen obstáculos salvables por el camino. El Tour 2017 ha muerto.
¡VIVE LE TOUR!
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