El mundo en su conjunto mirando a los dos mejores y más carismáticos equipos de fútbol que hay. La magia del Barça y la pegada del Real. Tablas al final. El fútbol siempre termina por ser equitativo.
La primera parte fue un bostezo de luxe. Tensión, temores y muy poca convicción. El Madrid que es músculo se sentía comodote y confiado, pero nunca clarividente. Deshacía y apenas dejaba hacer. Clos se tragó pronto un penalty a Lucas Vázquez. Son cosas insignificantes del juego en donde pronunciarse en el Camp Nou solo es marathón y esfuerzo prolongado de fondistas. Y al final de esos cuarenta y cinco minutos de bostezo contenido, sosería y menoridad. Cero a cero impropios a las expectativas.
El fallo defensivo que en seguida del descanso permitió a Suárez adelantar al Barça, junto a la salida del mago Iniesta, cambió por completo el panorama. El Barça, se relajó. Y como casi todos sus titulares son cracks, son capaces de hacer lo que los otros nunca pueden. Que es, deleitar, tener el balón, controlar magistralmente las cosas, hacer virguerías, y ser el Barcelona magno y reconocible que siempre marca un tiempo y un sello.
La segunda mitad de los catalanes fue sedación y recuperada sensación de hacer las cosas adecuadas siempre, con un Sergi Busquets majestuoso.
Solo al final, el orgullo del Madrid les echó para adelante al ver que no podían sellar la Liga temprano y largarse a nueve puntos. Y allá que se fueron a por el gol, con velocidad, oxígeno y hasta desesperación. Empezaron a lanzar córners y a buscar no salir de ahí de vacío. Y para ello los de Zidane se apoyaron en sus pegadores más evidentes y hasta históricos. De ahí surgió,-con fallo defensivo al igual que en el gol del Barça-, la nueva cabeza letal de Sergio Ramos que ya amargó la Final de la Champions al Atlético de Simeone e hizo pues el 1-1 final.
Y cuando ves que la literatura del buen juego se ve violada y huera ante el mamporrazo del gol, entonces comprendes mejor y valoras el mérito que ha tenido el equipo madrileño del "Cholo". Por eso Simeone tapa los espacios y entorpece sembrando de peros y minas las certezas rivales sacando petróleo de en donde solo parecen haber piedras de desierto.
¡El gol es tan importante! ... Es el sprint del fútbol. Es esa carrera que en cien metros te pone a todos de pie y que te lleva a la euforia o a la cara de circunstancias en función de simpatías o rivalidades.
Así vi yo este último gran partido del "siglo" y del 2016 que ya nos deja y que nos lleva a las Navidades y a lo comercial. El Barça sigue mirándose casi a la desesperada en el talento individual y en la pausa colectiva, y el Real mantiene su uniforme de boxeador dispuesto a ganar por k.o. y a su estilo personal.
El gol, los goles, nos sacaron del tedio. Y se abrió el deporte, y las armas de los unos y de los otros se cosieron con las respectivas emociones de sus seguidores. Y ya hubo discusión, y polémica, y pasión, y todo fue ya postdivertimento futbolero y apuesta por el calor descarnado, natural y entrañable.
El Barça-Madrid o viceversa, es el día grande de la Liga de España y de otros muchos países que llegan y se nos juntan en esa ilusión común que nos convoca este deporte tan cercano y universal. Por eso hoy ha sido fiesta del fútbol más allá de puntos, resultados, alegrías, agridulces o sonrisas de vanidad. Han pasado cosas bien potentes en el fútbol de aquí.
Y un elogio final para todos aquellos que meten goles. Porque llevan la espada de lo decisivo en su convicción de los remates. Afortunados ellos, pues logran hacer del tedio un recuerdo de olvido.
¡VIVA EL GOL!
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