Dura. Durísima película del año 1971 del gran Sam Peckinpah. El otro día la reviví de nuevo en un pase televisivo. Cerca de cincuenta años después, "Perros de Paja" sigue poniendo mal cuerpo y toda la tensión a flor de piel. Todavía te dan ganas de darle al botón y apagar la tele o cambiar de canal. A pesar de que sabes que estás viendo una película excepcional.
Es como si el cine actual se hubiese vuelto demasiado melocotón edulcorado y comodón. Como si el cine de ahora fuera incapaz de mostrarnos los sabores agrios e incómodos que la vida presenta.
"Perros de paja" es un film magistral porque sitúa la extrema violencia de los seres humanos en el primer plato y en el primer plano de un manjar digerible. Porque la violencia terrible y portentosa de esta película no procura un torticero deseo mórbido, sino una reacción tremendamente humana que siempre puede tener lugar por lamentable que podamos pensar.
Ahí hay sufrimiento brutal, y venganzas, y lugares profundos en donde campea la destrucción primaria y el abuso, el machismo, las vendettas, la ignorancia y también la tremenda libertad.
El hombre se puede sentir muy libre cuando se torna salvaje y convencido de unos contravalores que chocan con un sentido común ético y humanamente amable y pacífico.
Lo mejor de "Perros de paja" es cuando decides aguantar y aguantar a pesar de los peses, y quedarte a verla hasta los mismísimos títulos de crédito. Si lo logras libremente y sin que te sobrepase la potente experiencia fílmica, has sido coherente y has aceptado que esa violencia terrorífica que Peckinpah lanza, puede no ser solo de una panda de animales al límite, sino que también tú como espectador puedes verte en un tremendo lío de éstos.
Porque la vida tiene placer y sofisticación, pero también olvido y negatividad. Aunque no nos guste, la violencia está en el mundo de hoy y de nosotros apretando por todos los lados. La violencia escapa a veces fácil y escurridiza, y regatea las leyes, y su negra venganza produce dolor y tensión desagradables.
Cerca de cincuenta años después, (1971-2016), "Perros de paja" es una película que se vuelve histórica y malditamente inolvidable gracias a los puños de Sam Peckinpah, y nos damos cuenta de que los malditos también han sido colosos.
Antes hablaba del cine actual, mucho más considerado en imágenes y más educado en su exposición, pero esa educada domesticación nos arrebata libertad y nos torna flacos y desentrenados.
El cine de evasión trata de apagar los gemidos estremecedores o los golpes sangrientos como los de esta joya orgullosa del director de California. Pero este recuerdo reflexivo de lo "mal" entre comillas que puede pasarse viendo este peliculón, nos recuerda que el cine no nació solo para la risa, el debate o la carcajada.
Y que hay y debe haber cine de miedo, y thrillers psicológicos, y abarcar todos los espectros de la conducta humana, la buena, la heróica, la normal, la maravillosa, pero también la execrable y siempre reprobable.
El hombre se torna salvaje. A veces le pueden el odio y la destrucción. Por eso están ahí siempre las terribles guerras que refrendan el caos y la inquietud. "Perros de paja" nos sigue haciendo dudar cuando la vemos. Nos quedamos pensando en si somos unos masocas o unos excesivos. O si es pecado, o si no es adecuado, y hasta si debería prohibirse tanta violencia. Lo que pasa es que la majestuosa libertad real nos hace finalmente humildes y nos obliga a ser rigurosos. Las tragedias, suceden y tienen lugar.
- FILM A NO EVITAR-
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