jueves, 15 de diciembre de 2016

- J.L. CEBRIÁN, UN COLOSO EN EL FOCO. -



El intrépido Jordi Évole decidió poner su particular y esperado termómetro a uno de los periodistas del grupo PRISA que más poder ha ostentado en España desde que tenía treinta años. Juan Luís Cebrián se llama y apellida el hombre del Poder y de El País.
Habla suave pero vivamente, arrrastra el sonido pero es contundente y peliagudo. Quiere Cebrián cerrar su credibilidad exitoso ante la más mínima sospecha, y su experiencia y veteranía le ayudan a defenderse de modo impecable.
Cebrián es del Pesoe, amigo de Felipe González, ha sugerido ministras y ministros, pero niega sentirse injustamente en las poderosas alturas, y mucho menos, que su País ya no sea referencia o que haya finalmente decepcionado a muchos de sus incondicionales.
El diario El País, ha sido y sigue siendo una referencia clara para los ciudadanos. El grupo PRISA no tanto, porque estas cosas de los grupos y de las reuniones económicas de ejecutivos, no es asunto que llegue al asfalto de las personas. Seguramente, como dice Cebrián, estas cosas pasan en todos los sitios y no se arman zascas. Todo es normal, y los ataques son fruto de envidias y de mucha verdez intelectual y situacional.
En verdad que El País ha sido el periódico español de la credibilidad, y más cuando desapareció su eterno rival "Diario 16", de Pedro J Ramírez y José Luís Gutiérrez.
El País como periódico,-valga la redundancia-, de periodistas, ha tenido una trayectoria muchísimo más que meritoria. Ha sido el rigor, la valentía y la democracia. La protección de los olvidados o de los que carecían de voz, el periódico de las mujeres, el periodismo impecable y puntiagudo, y poco amigo de sensacionalismos o efectos comerciales. Los directivos del grupo, ya ha podido ser otro cantar. Contra ellos iba dirigido el otro día el estilo de Évole. Contra esa pared impasable que parece no entender la mácula.
A El País le ha pasado parecido al Pesoe con sus bonsáis y su bodeguilla de aquella beautiful people de la Época de Felipe o Polanco. Que han cambiado las cosas con este tsunami de lo neoliberal, y ha sido sobrepasado por sus propias contradicciones.
Llevar una vida de líder y aupando la bandera del rigor y de la credibilidad frente al postfranquismo y el Mercado cabrón, implica méritos pero también riesgos.
Como la revolución sorpresa del 15-M que parió a Podemos y a todas las nuevas fuerzas lastimadas y emergentes. Algo fallaba en todo. La cosa que se nos contaba ya no era la de antes. Los periodistas podían seguir siendo excelentes, pero entre investigación e información se les había traspapelado una fuerza latente que nunca supieron esperar ni prever.
Cebrián, fue duro y contundente. Nunca simpático. Cerró filas y se hizo el sueco. Para él nada relevante ha sucedido que no estuviese en el guión de todos. Para mí que ahí se equivoca mucho.
Odia a Podemos. Me extrañó. Porque El País siempre fue la izquierda. Si uno ojea el diario, verá que siempre hay un palo para Pablo Iglesias, Errejón, Bescansa, un error de Podemos, o una estrategia en entredicho hacia el Partido morado del "coletas".
No es de extrañar tanto. Ahora ya se sabe. PRISA va tan a la deriva como el Pesoe. Es lo mismo. Y una lástima. Porque los periodistas son fenomenales, pero las direcciones respectivas ya no huelen a izquierda y ni siquiera a clases medias. El País ya es otra cosa. Y la férrea mano del Poder aparta a gente incómoda sin contemplaciones.
Cebrián sigue hablando quedo, agudo y confiado. La vida continúa, y los arreones de Évole desviados hacia otros agentes. Pero hay un foco en Cebrián que ya no huele a frescura sino a conveniencia. Y eso es malo y fundamentalmente para el periodismo.
-Y COMO LO PIENSO LO ESCRIBO-

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