- "Sí, mundo. Je,je,je,je,je ¿Mundo? Ji,ji,ji,ji,ji,ji ..."
- "¿Qué pasa con Mundo, Isa? ..."
- "¡Nada! Je,je,je,eje .. Mundo, mundo ..."
Como todos los viernes noche, quedamos en la cafetería habitual en donde la pandilla de amigos llevaba ya tiempo esperándome. Isa, no sabía que había estado ocupado toda la tarde viendo vídeos de enamorados y todas esas cosas. Ni que me había comprado en la farmacia mis primeros preservativos, ni la vergüenza que me había dado hacerlo. Salí de dicha farmacia, más rojo que un tomate. Pero, muy decidido. Hacía dos días que había cumplido diecisiete años, y sentí que llegaba un momento diferente de mi vida.
Isa era como un gato cascarrabias, mi primera amiga especial, siempre se reía, sabía mirar maravillosamente cuando se quitaba sus gafotas de miope, y era magia cuando la cogía su melena por atrás y jugaba a hacerla trenzas y juegos de diabluras. Me gustaba el pelo de Isa. Era tan suyo, tan personal, tan exuberante, tan de niña mala, que no podía evitar acariciarlo.
La cena de esa noche, fue muy especial. Casi no me enteré del bullicio ni de las risas de mis amigas y amigos. Mis ojos solo eran para Isa, y como era tan bobo y tan insistente mirándola, entonces Isa jugó a no hacerme ni puñetero caso, si quitamos a unas tremendas carcajadas que soltaba al mirarme tímidamente de soslayo. Quería desconcertarme y hacerme sufrir. Probarme. Estábamos los dos muy nerviosos. Tanto, que no nos atrevíamos a hablarnos de nuestras cosas. Pero yo, esa noche había salido muy dispuesto de casa. Era el momento de moverse, de probar, de cambiar, de dejar los apuros a un lado, y de permitir que una nube de la vida nos llevara a Isa y a mí en la dirección que el viento quisiera. Y de repente y delante de todos, va y me suelta Isa:
- "¿Tú no sabes que los chicos les escriben cartas románticas a sus chicas, Rubén? ..."
- "Sí, Isa. Sé perfectamente que lo hacen. Ja,ja,ja,ja,ja ..."
¡Uf! ¡Menos mal! Isa también se rió. Y me cogió una mano y ya no me la soltó. Acabamos de cenar, y esa noche mi chica y yo les dimos esquinazo a la pandilla. No habría discoteca night. ¿Y qué? ...
Recordaré hasta que muera aquella noche. La cogí por la cintura y la fui llevando hacia las calles bien cercanas a la casa en donde ella vivía. Y llegamos al portal y ella me miró y soltó:
- "¿Me has llevado aposta a la puerta de mi finca? ..."
- "Sí, Isa. ¿Mola, no? ..."
- "Venga, Rubén. ¡Subamos! Pero no sé yo sí ..."
- "¿Subimos, Isa? ..."
No nos miramos hasta llegar al interior de la casa. Me dijo que nunca antes ningún chico había estado allí a esas horas de la noche. Parecía asustada y feliz a un tiempo. Yo, entre otras cosas, pensaba en mis recién comprados preservativos y en no perderlos.
Vía fácil. Comenzamos a besarnos. Hacía calor. O, mejor dicho, teníamos calor. Abrí la puerta de su habitación, y ella me dio una fuerte patada en el trasero. Y otra más suave, y otra .. Y yo le decía a Isa que me diese cientos de palmadas en dicho sitio y en donde quisiera.
Teníamos ganas. Al principio me sentí tenso, pero Isa me ayudó y se quitó la mini. Y con su mini en mis bolsillos, fue todo más fácil. Lo hicimos con casi toda la ropa puesta, e Isa corrió al armario y puso sobre la cama un par de toallas. Lo demás, fue precioso, orgulloso, placentero y cómplice. Estuvimos besándonos hasta el amanecer. Y mucho más que besándonos. Fuimos un solo cuerpo de dos. Lo pasamos sexualmente de cine. Y nos dormimos como dos más que amigos más que felices.
Cuando me desperté, ella seguía durmiendo. Me gustó mirarla cómo dormía. Cogí mis zapatos para no hacer ruido y le dejé a Isa un mensaje en su móvil apagado, diciendo que era la mejor y maravillosa.
Ya en la calle y camino de la casa de mis padres, encendí ahora mi móvil y estaba lleno de reproches y desacuerdos. Me tiraron los míos una bronca monumental al llegar a casa. Hasta que mi madre le dijo a mi padre que solo eran cosas del amor.
-Y TENÍA RAZÓN.-
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