sábado, 29 de junio de 2024

- BÍSEX. -



Bien es cierto que crecí en un ambiente liberal y todo eso, pero la presión social siempre está ahí. Mi cuerpo es el de un hombre. Así nací. Y mi sexualidad es la que es. A mí me gustan las mujeres y su encanto eterno. Cierto. Pero igualmente atraen mi interés y deseo, los hombres.

Y al principio, todo esto aparece como un sinsentido. Porque es como si la sociedad me obligara a definirme. O tengo que ser y elegir solo a hombre o a mujer.

No me ha sido nada fácil mi vida. Porque te estrellas contra un muro. Te sientes culpable, sucio, absurdo, extremadamente loco, tienes toda la sensación de ser un sátiro acaparador, un errado en las conductas, un promiscuo y casquivano, y todas esas cosas que a los heteros podemos parecer a los que somos y nos declaramos bísex. 

Fui a profesionales y me encontré de todo. Desde quienes intentaban llevarme a la vertiente masculinista, hasta los que no me tomaban en serio, o los que preguntaban si había sufrido algún trauma en mi infancia, o en definitiva los y las que seguro que estaban en que yo estaba definitivamente loco y que pobrecito de mí. Algunos me querían hasta dar pastillas y todo. Alguien me dijo que era una cosa suave y únicamente para dormir. Y yo, la verdad, es que siempre he dormido toda mi vida como un tronco y de forma natural.

¿Por qué no iba a afectar digamos esa normalidad social de lo no bi, también al gremio de los profesionales? También ellos son producto del conjunto social. Bien es cierto, que alguno y alguna entendían lo de la bisexualidad y afirmaban aceptarla, pero siempre me dio la sensación de que una cosa es la teoría, y otra la práctica. 

El que sientas atracción por los dos sexos, te condiciona. Porque tu mundo no es el que se propone. Yo me he enamorado de Juan, y también lo estuve de María y de Montse, pero al final, cuando fueron descubriendo mis inclinaciones sexuales y apartadas de las uniones convencionales, las personas que he citado me dejaron. Y no solo me dejaron, sino que imagino que contarían su experiencia conmigo a otras personas, con lo cual me temo que mi digamos reputación, no debe andar boyante por ahí. Me llamo Claudio, tengo cuarenta y dos años, mi aspecto es el de un varón de mediana estatura, y soy profesor de filosofía en una Universidad.

Mis relaciones, desgraciadamente, suelen acabar pronto. En cuanto se enteran de que me van por igual los hombres que las mujeres, se asustan y me dejan. 

Últimamente, os confesaré que estoy ilusionado. He conocido a Luisa, y parece que tiene una mente amplia y clara. Y que no se escandaliza con mis cosas. Y hemos pactado una amistad, y que si un día me ve con un hombre, entonces lo entenderá y continuaremos siendo amigos.

No sé lo que aguantará Luisa nuestra relación. Es muy maja e inteligente, y yo confío, pero también sé el desconcierto que puede producir mi orientación sexual y mi personalidad, en otras u otros. Lo que sé es que soy bisexual, pero no soy el estrangulador de Boston, ni Jack el destripador, ni Drácula, ni el fan de las bacanales o de las orgías romanas, ni estoy obsesionado por el sexo, ni deseo hacer daño absolutamente a nadie.

Fijaos, que al final de mi historia, mi naturalidad me lleva y me obliga a ser comprensivo y tolerante con todas las personas, sean mujeres u hombres. Su desconcierto o sus dudas me parece que pueden estar bien, y que nuestra vulnerabilidad como especie es a veces un bien y hasta una buena característica personal.

Como veis, no he entrado en detalles íntimos ni en sexualidades, ni en besos, ni en caricias, ni en sexo, ni en camas. Para mí, todo eso no es suficientemente destacado para ser mencionado.

-SOY COMO LOS DEMÁS.-
 

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