En las imágenes que homenajean a la rubia y simpática showman Raffaella Carrá, se puede palpar y pulsar a una sociedad que va cambiando como el agua del río de la vida.
Primero, se la ve en blanco y negro, y paulatinamente, ¡a todo color! Era la España televisiva del bigotón dios José María Íñigo, y España y el mundo eran otros. Todo, era otra cosa. Y en aquella España rancia, tradicional y "desaboría", y procedente de su decepcionante Hollywood de mil simplezas y morales, aterrizaba Rafaella Carrá y sorprendía.
Sorprendía, porque se empecinaba en mostrar sin mayores pudores una alegría y libertad nuevas y compartidas. La Carrá mostró atrevida su cuerpo destapado y ceñido a la belleza y a la elegancia femenina. Y fue respetado el ciclón imparable de su desparpajo y de su vitalidad.
Y la italiana atrevida y picarona, pasó a ser alguien interesante y hasta necesaria. Y lo de menos era la calidad de sus letras, sino el impacto social y festero de sus canciones.
La Carrá, llegó, vio y venció. Nos hizo sonreír. Jugó con su ser pizpireto e irónico a la madonna diva versátil que se atreve con cualquier cosa en una Spagna tierna y deseosa de tetas y culos, de romper con barreras de dictaduras, de meterse en la tele para no irse nunca jamás; para que su energía de terremoto y torbellino avanzara hacia la construcción de un atrevido nuevo tiempo deseado.
Innovó cual pionera. Lanzó su cabeza hacia atrás y su melena al viento en un movimiento sexy y arriesgado que pone a prueba las cervicales. Se lanzó al ataque y a por todo a lo largo de sus pegadizas y rítmicas canciones, y nos sirvió todos los platos de alegría y sin temor a nuestros atracones.
La chica guapa y sexy de atlético cuerpo de danzarina con cabellos rubios y cuerpo con caderas tradicionales de mujer, dejó paso a una señora versátil que sorprendió por su naturalidad y frescura.
A pesar de hablar un castellano con dificultad, perseveró y comunicó con nosotr@s. Se nos acercó la Carrá. Y mostró su faceta de diva pero siempre cercana.
Rafaella siempre fue traviesa, y experta en salir con brillantez de los embrollos en los que se metía al no dominar bien nuestra lengua. Y decidió hacer programas respetuosos e irónicos, siempre llenos de sorpresas buscando buen rollo y complicidad. Y ahí reivindicó su mujerío, y se hizo icono de los gays y de quien hiciera falta, le tocó el culo a un bellezón de Hollywood, y su show locuelo conectó con un tiempo español que necesitaba nuevas formas de expresar ocios y libertades.
Sí. La Carrá fue una "fantástica" Fiesta, en la que cabían desde curas hasta filósofos, políticos o futbolistas. Y, famosos. Sin querer, Rafaella abrió la espita de los programas del famoseo y del corazón. Con reglas y elegancia. Profesionalidad. Abrió las puertas y nunca se escondió. Y la hemos querido mucho hasta que nos acaban de decir que se ha ido de este mundo para no volver, y entonces nuestro rostro se ha torcido porque ella era alegría.
Raffaella no destacó con su versatilidad en ninguna faceta en concreto. Pero fue la más brillante en todo lo que hacía, en aquel tiempo pudibundo y distinto. Sí. Raffaella sorprendió positivamente a un país que buscaba otro tiempo. Y la Carrá ya era de ese otro tiempo.
¡EXPLÓ, CARRÁ, OLÉ!
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