lunes, 6 de julio de 2020

- LA PLAYA Y YO SOMOS INCOMPATIBLES -




Recuerdo que mis padres me llevaban a un merendero de playa que se llamaba "Marazul" y que estaba en el valenciano barrio de Nazareth. La playa,-a consecuencia de la ampliación del Puerto-, quedó prohibida para los bañistas. Y de aquellos años solo recuerdo con gratitud el viaje con los tranvías que nos llevaban al lugar. Tomábamos una línea, y luego enlazábamos con las de la playa, las cuales paraban en las Torres de Serranos. Si acaso, el momento de hacer flanes de arena con los pozales, y poco más. 
Era otro contexto. Entonces, había mucha gente que no sabía nadar. Yo, entre ellos. Y mis padres nunca se preocuparon por ello. La mayor parte de las personas aprendían solas a nadar, pero a mí siempre me dio miedo esa modalidad de aprendizaje.
De joven, me apunté a la Piscina Valencia para aprender el arte de Tarzán, pero la monitora me hablaba de mi movimiento duro en el agua, y que aquello debía ser suavidad. Y un día me tiró la bronca porque me subí a la piscina de cualquier modo con riesgo de caerme. Entre el miedo que me daba nadar, y el mal rollo de la monitora, no volví más ...
Mis mejores momentos de relación con ya La Malvarrosa, coincidieron con mi adolescencia. Pero, por otras razones. A pesar de que la arena quemaba, mis amigos y yo nos poníamos a jugar al fútbol descalzos casi toda la mañana. Cuando ya no aguantábamos más, entonces nos íbamos al agua, pero yo nunca entraba jamás donde cubre. Ni loco ...
Siempre he considerado a la playa como un antro de superficialidad y de tradición. De previsibilidad. Y de gente tumbada a la bartola horas y horas. Y a mí, esto último se me antoja insoportable. Ni con sombrilla, gorra, hamacas, ni gaitas. Yo soy muy nervioso y me gusta estar en acción permanente. Nunca he comprendido a esa gente que en verano abarrota la línea de costa desde primeras horas. Solo de pensarlo me da agobio.
Un día, me salieron manchas y erupciones en la piel. Tras no acertar los dermatólogos de la Sanidad pública, me hicieron una biopsia en una clínica privada que está por la zona de Cánovas del Castillo. Y hallaron el motivo. Se trataba de la enfermedad de Hayle-Hayle, también llamada "Pénfigo benigno familiar". De origen genético. No tiene cura pero sí control. No puedo exponer directamente la piel directamente al sol. Otro elemento inconveniente. Quizás definitivo ...
He visto de todo en mi mediática Malvarrosa. En los primeros años, las chicas llevaban bañador antes del bikini. Y después llegó el novedoso y atractivo top-less actual, y no digamos los primeros tangas. No sigo. Yo iba a la playa a ver chavalas.
Recuerdo en una ocasión, que dos mujeres ya talluditas, se plantaron en la playa y se desnudaron por completo. Alguien, debió llamar a la policía. Y ante mi sorpresa, los agentes rechazaron de plano la actitud de las mujeres, hubo bronca general contra ellas, las mujeres no se arrugaron y plantaron cara a las normas y convenciones, pero al final las señoras viendo todo aquel pollo, se vistieron entre abucheos e insultos procaces, y se largaron de allí. Fueron multadas por escándalo. Todo surrealista, pero yo lo vi en primera persona. Nadie me lo contó. Pensé en audacias e intolerancias.
Los ligones de playa, eran legión. Talentosos estrategas aún sin tiempos de móviles. Y los niños por la orilla jugueteando, y los padres de los niños allí cerca tumbados desconectando. Y gente mayor. Y otros paseando por la orilla, y amigas autoprotegiéndose, y parejas comiéndose a besos de sal, y millares de chanclas. Y la arena mediterránea pegándose a las plantas de los pies y que luego nunca hay forma de eliminar del todo.
Para mí la playa es insoportable. Lo mejor es cuando bajas del autobús y la ves. A partir de ahí empieza el calvario. Me entra la calor, me pongo rojo como un tomate con crema o sin ella, no disfruto nada, trato de encontrar un lugar tranquilo, y cuando lo hago a los diez minutos se te junta una familia numerosa y poco silenciosa que todo lo invade, y el consuelo viene cuando poco después me vuelvo a casa pensando en la sandía que acabará con la sed, y con el aire acondicionado que me llevará a un clima más humano. Pero la cabeza me dolerá ese día y dos más.
¡ES ASÍ!

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