miércoles, 26 de diciembre de 2018

- MIS NAVIDADES TIERNAS Y APRENDEDORAS -




Duro es un hospital si vas a ayudar. Pero siempre la coherencia tiene una recompensa en forma de sonrisa agradecida.
Acudo a auxiliar a la familia de un amigo de la infancia. Trato de infundirle ánimos porque conozco su fortaleza que combate el ictus que tuvo. Las secuelas ponen a prueba a todo el cuerpo afectivo. Me llega el verle jodido en esa cama blanca de derrota de donde se despiertan los afortunados valientes.
El hospital es máquina y está trufado transversalmente de tejido humano por todos los sitios. Es un lugar más de aprendizaje para mí y para todo lo que va rodeando al comportamiento humano. Es una escuela de reto de paciencia, de aguantarse y de joderse en los larguísimos procesos de recuperación y rehabilitación. Todo es una sorpresa porque cada cuerpo es un universo libre que actúa conforme le viene en gana. Puro azar todo. La vida siempre como aventura y como fortuna. Azar en movimiento. Incertidumbre, contención y aceptaciones.
Mi amigo, depende. A veces me dice cosas sólidas e impecables. Otras veces se desorienta y pregunta caprichos de desubicación. La vida es ternura a la par que practicidad. Yo, se lo dije: - "¡Muchacho! Tengas lo que tengas, yo te trataré siempre como antes ..."
Acerté. El ictus no afecta al modo de ser. Y mi amigo no es de los que se ponen al lamento, y ama la claridad por jodida que sea. Prefiere la crudeza al eufemismo, y el chocolate espeso al cuento chino.
Pierdo los miedos. Tenía miedo de darle de comer por si se atragantaba dadas sus dificultades motoras. El agua con espesante ha convencido a mi amigo y se ha convertido para la ingesta en uno de sus mejores aliados. Incluso cuando no le gusta lo que le dan de comer. Y entonces dice en letanía: ¡"Agua!, ¡dame agua!" ...
Mi amigo se va recuperando. Todos lo pasamos mal. Un día me fui con mal cuerpo porque las sensaciones generales no eran esperanzadoras. Yo,-le conozco más que bien-, le dije que de acojonarse, nada. Que, tiene una fortaleza que su familia y el equipo médico desconocen. Pero reconozco que la emoción cortaba y cercenaba un tanto mis estímulos hacia él.
Empezó a mejorar. Ha salvado el pellejo si le deja el trombo que tiene en la pierna, y ya mueve los brazos, y le paseo con la silla de ruedas por el recinto, y sobre todo intento hacerle reír bastante antes de que me vaya de allí. De su lado.
Le quiero mucho. Le debo mucho. Sufrió horrores antes del ictus, y ahora merece mi vitalidad de atención. Realmente quedarse a ayudarle en la locura funcional de un hospital y más en estas fiestas, requiere de muchos reflejos y de gran convicción y de muchas energías.
No quisiera pasar por donde él pasa y pasará. Prefiero solo pensar en las novedades del presente de indicativo y de lo que sale bien que no es poco.
Y la experiencia aviva mi curiosidad endémica. Conozco mejor a sus familiares, al personal contratado, y a los amigos que le queremos y que nos relevamos fantásticamente para que las cosas salgan bien y no tenga la menor queja.
Tomo nota de lo que sucede. Las dudas iniciales, van pasando a ser cazadas realidades. Da mucho tiempo a repasar el perfil humano una y otra vez. Otra vez que suceda, seré menos pardillo y mi mochila positiva llevará muchos activos y hasta trucos ocultos. Me servirá todo y mucho más.
Mi amigo se defiende de las secuelas como gato panza arriba. Y yo le miro entre convencido y temeroso. Pero voy tirando los miedos del novato y aprendiendo técnicas de la disciplina necesaria para él. Soy consciente de que me necesitan tanto, que me pongo nervioso y alegre de la responsabilidad. Pero me da orgullo y me siento mejor. Ahí también se crece,y cuando salgo de ese dolor me topo con señoras estupendas e inteligentes.
-LA VIDA ES TODO-

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