Resuelto y rápido, carismático y gallego, joven y excelente contador de periodismo de hoy. De Sanxenxo, pero nada rural. Columnista de El País e inteligente en su hacer pensar con su ironía y estilo en las mañanas de la SER en la radio con Pepa Bueno.
Mediático y con proyección. Promesa y realidad. Lógico y agudo, cauteloso pero también optimista y arriesgado. Entusiasta y sonriente, habla casi a frenético ritmo y suelta frases inesperadas que te atrapan.
Manuel Jabois se acerca al toro pero se defiende. Entra en la libertad y la analiza tomando matices. Divulga a su estilo. No piensa renunciar a su verbo crítico y afirma que si molesta lo que dice, le parecerá bien pero no deberá pedir perdón.
Sabe darle la vuelta a las verdades oficiales y aparentemente intocables. Juega con los estigmas y trata divulgativamente de ridiculizarlos quitándoles hierro a los asuntos.
Jabois habla de un panorama general y periodístico de impacto sobre la sensibilidad de la gente. El mejor antídoto será la capacidad de pensar y de la crítica inteligente.
Velocidad de ideas. Sabe que el mundo de las redes sociales es el hoy, pero que no va a entrar en la gran melée porque es absurdo. Dice que no hay que cabrearse o se le hace el juego al cabreado. Y en seguida sonríe y nos lleva a la idea de que todo es más fácil de lo que los estrategas de las mentiras nos proponen.
Jabois. Mucha chica viendo su conferencia en la Universidad de Valencia, pero también mucha otra gente de otra edad. Suelta cosas incómodas y afirma que le gusta mover mentes y que es una cosa que no puede evitar porque le sale. Lo único importante es hacer de lo sencillo una rica complejidad, y huír de la catarata de trolas que nos sueltan todos los días.
Se mesa los cabellos. Va eléctrico y triunfa. Ha de tomar en seguida el AVE para Madrid. Estará en Cataluña, en toda la actualidad, y no va a rehuír nada porque lo que sucede siempre ha de ser optimista y plenamente apasionante.
Manuel Jabois juega con el humor como lo haría un niño grande y simpático. Y de repente suelta la ráfaga gallega y te deja pensativo con un valiente concepto inesperado. Jabois trata de desenmascarar a su modo las mentiras de los simplones influyentes.
Habla de que la responsabilidad es de muchos. Admite con obviedad que hay verdaderas industrias de las fake news, pero insiste en que aquí nadie ya es gilipollas y no se ha de conceder tanto a la niebla de la duda. Hay que actuar con conceptos claros y desvirtuar a los cabrones, argumentando con una sonrisa de distancia en su rostro. Galicia sigue dando gente así. Con el misterio. Con la habilidad de convivir con extraños magos de la arana pero sin entrar en el ortodoxo ataque frontal.
Jabois actúa y se defiende. Y escribe. Y hace periodismo frenético e incansable porque no teme demasiado y porque si huele el peligro real utiliza la estrategia del dribling habilidoso y fatal al embustero.
Tiene un algo este Jabois. Un algo que atrae. Como un joven que ha madurado precoz y siempre galaico. Y dice que le encanta reírse de sí mismo para de este modo poder poner en solfa a los demás. Que no hay que ser hipócrita y mostrar la autenticidad, que siempre es mejor y acaba ganando. Ante mi ironía sobre cómo poner caducidad al desgarro catalán utilizando el mito del meigo galego, Jabois se ríe, piensa, y me dice que ellos los gallegos sí que están cada vez más invadiendo España. Y cita a Franco y a Rajoy entre otros.
-SIEMPRE EL HUMOR-
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