viernes, 20 de abril de 2018

- EL GERANIO -




Repleto de plantas. Así se halla mi balcón. Tengo muchas variedades de ellas, como por ejemplo un hermoso y siempre verde geranio.
Para mí, contemplar y evocar las plantas del balcón tiene un significado que tiene que ver con la vida y con el aprender. Y en mi mes favorito como es el actual de abril, dichas plantas entran en actividad patente y vuelve la amenidad y el trajín. Se vuelven a desarrollar, y crecen. Exactamente como yo.
Hace muchos años que el geranio estaba activo y potente. Crecía y crecía, y el verle así me llenaba de alegría y de suficiencia. Pero parecía el geranio sin flores, porque año tras año y con la llegada de los primeros calores, su energía se desinflaba amarilleándose las hojas.
Yo, contraatacaba tiernamente. Agujereaba la tierra de la maceta para darle oxígeno, trataba de ayudarla a permanecer prometedora, pero bien es cierto que asumía que me conformaba con que no muriese el geranio aunque nunca pariese floración.
A veces me sorprendía ir a los mercadillos o a las grandes tiendas de plantas y ver a los geranios exuberantes en su plena floración. Pero era una sorpresa pasajera y menor. Yo, parecía resignado pensando en que mi geranio era especial y que todo intento de floración era soñar con imposibilidades.
Sí. Mientras el frío y el frescor arreaban, crecían los tallos, y las hojas se mostraban verdes, grandes y consistentes. Pero la llegada del calor parecía el stop y el techo de las expectativas.
Porque poco a poco empezaban a amarillear, y yo entonces además de oxigenar la tierra, podaba las hojas amarillotas que pretendían y lograban con enorme facilidad contagiarse entre sí y echarse a perder el crecer y el desarrollo natural y completo.
Y me sorprendía la fortaleza contradictoria del geranio. Porque tras la poda que le arreaba y sin mirar mucho la estación, la planta se recuperaba y volvía indómita a erguirse y a resucitar. Revivían nuevos tallos.
Yo, cometía más errores. Porque las regaba en exceso sin saberlo. Hacía homogénea la humedad del balcón regando todas las plantas con una frecuencia de agua similar. Hasta que un día alguien me dijo que la posible causa del ajado del geranio quizás fuese el exceso de agua. Y espacié el riego. Y sin éxito.
Pasó el tiempo, y decidí no rendirme con el geranio. Seguía cada vez más extrañándome la falta de floración, pero me asaltó un punto de rebeldía. Entonces, fui audaz, y me dirigí a una casa de plantas que hay muy cerca de mi casa aquí junto al Jardín Botánico de mi Valencia.
Ahora sí que era ambicioso y mucho menos conformista. Les comenté lo que me sucedía con el geranio a las chicas de la hermosa tienda, y con simpatía me dieron unas ampollas líquidas con un preparado que debería mezclar con un litro y medio o dos de agua. Y pulverizar sobre todas las partes del geranio a partir de abril una vez a la semana y no parar de hacerlo hasta llegado el mes de noviembre. La idea es acabar con una mariposita que le pone huevos y pudre y limita al geranio.
Obedecí, y puse esperanzas. Hice lo que se me dijo. Pero al llegar los primeros calores extraños del cambio climático, temí lo peor. Las hojas empezaban a hacer lo que siempre. Hasta que el otro día me sentí más que satisfecho. Lo que había pasado con el geranio en años quedaba atrás. Aparecía una corona de capullos de flores que poco a poco se consolidaban como realidad. Ya está. Conseguido. En breve se abrirán y aparecerá el triunfo del geranio sano, florido y como los demás.
- GANÓ MI APRENDER-

0 comentarios:

Publicar un comentario