El mar inmenso les mira y les reflexiona. Impera y domina. Gana sobre la playa y sobre su propio líquido acuoso y salado. El mar es un dios que está por encima de todo, y que baila al son de sus olas quietas y serenas.
La arena de la playa apenas tiene pisadas porque está casi vacía. Es invierno aunque no lo parezca, y desde el tiempo del sol se pueden las audacias, libertades, naturalidades y vivencias.
Macías tiene una edad parecida a la de Antonia. No tienen ningún parentesco. Su único vínculo es que acuden dos días a la semana a un curso de teatro que está bien cerca del mar. Antonia vive muy cerca de dicho mar, que es la vida.
Macías va llegando, explorando, acertando y equivocándose, pero se impone retos de crecer y heterodoxias vitales que muchas veces supera con pureza y satisfacción.
Antonia tiene un gusto y una manía que se da poco aquí en el Mediterráneo, y que consiste en que se baña todos los días del año tal y como hacen las gentes en otras latitudes. ¿La razón? La razón es un misterio. La única verdad en la eterna Antonia es que metiéndose un buen rato entre las tranquilas aguas del mar, se relaja.
Antonia está casada y es muy liberal. Confía plenamente en su marido y él en élla. Por eso su matrimonio funciona. Antonia es amable y comprensiva, abierta y mujer, valenciana hasta la médula, gusta de llevar vestidos ceñidos y atrevidos, y al final todo termina en sensatez y dulzura. Ninguna maldad. Como el mar en el infinito.
Macías hacía semanas que dudaba. Es viudo. Quería ver a Antonia entrar en el mar a esas horas propicias para los tímidos y para los atrevidos de la vida. Hasta que el otro día se decidió y dijo a la mujer:
-"Antonia, ¿puedo ver cómo entras en el mar al acabar la clase de teatro?" ...
A lo que Antonia respondió entre resuelta y halagada:
- "¡Ah,claro, Macías! ¡Luego vamos!" ...
- "¡Gracias, Antonia! " ...
- "¡No! No me las des, hombre" ...
Antonia es delgada y menuda. Le sienta bien el bikini en el cuerpo curvo y decidido. Ahora Macías ya conoce bien el cuerpo de Antonia. La ha visto entrar valiente y mujer en el mar, y chapotear una media hora mientras él aguardaba sentado en la arena la salida de la mujer de las aguas frías.
Natural e inicialmente, a Macías le había llegado el deseo un tanto inconcreto al proponerle a Antonia poderla ver entrar él solo cómo se adentraba en las aguas. Pero ese deseo que está en la libertad, se desdibujó y desapareció muy en seguida. Más pureza. Toda la pureza.
Era un cuerpo de mujer que disfrutaba en el mar llevado por su cabeza y pensares generosos. Macías agradeció a Antonia tal generosidad, y se dio cuenta sin decirlo de su error del deseo. ¿Para qué el desnudo?, ¿por qué esa obsesión hacia una mujer coherente e inalcanzable? ...
El día era espléndido y brillante, agudo, real y de sosiego. Cuando Antonia se acercó a su vera, Macías le acercó la toalla caballerosamente. Antonia se secó en seguida, se puso las chanclas, se quitó la arena de sus pequeños pies, y caminaron hacia la calle en donde habita la mujer.
En la despedida, Macías y Antonia se dieron dos besos amables y puros. Y el mar admiró y aplaudió el hundimiento del deseo de Macías, y siguió dejando que el sol reinara y que las gaviotas jugueteasen por la playa envidiable.
¡LA MALVARROSA!
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