Estaba aburrido como un pingüino, ojeé el diario, y vi que aquella misma tarde hacían una conferencia rápida, la cual daría lugar a una meditación grupal.
Yo tenía estrés, y además sabía que a esas cosas acude gente con ganas de paz y de conocer gente. Esta última razón fue para mí la más importante.
Había mayoría de chicas, porque a los hombres estas cosas de las energías espirituales y del relax, suelen atraernos menos. Como así sucedió en el evento.
Olía a incienso,-no es mi olor preferido-, pero también a femeninos cuerpos gym, paz a raudales, desenfado, y tentaciones imaginadas y hasta reales en torno a ese lugar de sosiego,ocio y hasta anonimato, y a toda la soledad.
Me miraste y me sonreíste. Esa tarde yo ponía cara de bueno y de concentrado, pero iba a lo que iba. Y cuando me miraste vi tus ojos y tu silueta, tu exhuberancia, y como una especie de inocente femineidad que me atrapaba.
Hicimos la rueda de meditación. Tú estabas a mi vera porque yo hice un movimiento estratégico con las sillas, y porque tú como que lo agradeciste y todo.
Nos cogimos de la mano en Om, y la directora espiritual del centro nos vio tan concentrados que debió interrumpir casi bruscamente nuestro enlace manual. Llevábamos paz y libertad en nosotros, Nuria. Sí. Pronto supe que te llamabas Nuria, porque yo pregunté a unos y a otros hasta que me hice con tu nombre de pila.
Pocas sesiones de meditación más tarde tú ya sabías de sobras mi nombre, mi número de teléfono, y todo lo que te interesaba de mí. Y viceversa.
Nos gustaba coincidir en aquel modesto y coqueto lugar, y fingir que nos molaba aquel ambiente intimista, y nos decíamos que debía de haber algo que se escapaba del raciocinio y que explicaba todas las dudas de nuestro ser.
Lo que pasa es que un día me confesaste que no creías en nada de estas cosas yóguicas y meditativas, y yo aproveché entonces para decirte que en mi caso exactamente lo mismo, y que lo que realmente me reconfortaba del mito Om, es que nos habíamos hecho amigos, simpatizado, y lo que los dos quisimos que fue bastante.
Meditamos mucho hacernos pareja porque a ciertas edades la convivencia parece un marrón insalvable y que todo el romanticismo y el sexy cae derribado por la cotidianeidad.
Tú y yo, Nuria, empezamos progresivamente a meditar entre nosotros con toda frecuencia y a todas horas. Y tu primer beso meditado nunca podré olvidarlo porque estaba lleno de paz y decisión, y porque no sé que habías comido que te olía el aliento a sabor alimenticio que no me importó.
Éramos muy distintos y ya meditábamos sin tapujos y con toda la pasión. A veces meditábamos a cama y a bronca, y a mis celos, y a no respetar tus tiempos ni tú los míos, pero íbamos disimulando.
Mas quisieron las energías que un día te sorprendiese en la cama con un alguien más joven, pero el problema surgió porque tras perdonarte yo te devolví la infidelidad y no me importa decirlo, con la mismísima directora del centro de yoga al que ya hacía muchos meses que no acudíamos o eso debías creer tú. Sus gritos de placer hicieron que me lanzaras tus agudos tacones de aguja sobre mi piel permeable mientras me llamabas de todo menos Budha enamorado.
Se acabó. Lo dejamos. Ahora medito con Merche que así se llama la citada nueva mujer de mi vida. Aún no se sabe que no creo en nada que no sea en sus curvas y en su seducción de mujer energetizada. El Om nos sale muy bien, y las posturas del yoga y de lo que no es espiritual, son técnicamente más que suculosas y aceptables.
Seguro que Merche tiene poderes y sabe que solo estoy con ella por sexo o por si suena la kundalini. Es follamiga, lo acepta, y no puedo engañarla. Lo importante es el aquí y ahora. El momento a momento. Aunque Merche nunca podrá tener tus ojos ni tu charme, Nuria.
¿A QUE NO?
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