El mar, el cielo, las gaviotas, la libertad, la naturaleza agreste pero siempre amiga, y todas nuestras imposturas y sentimientos humanos, que nos muestra Isabel Coixet acompañada de un cuento tierno de Penélope Fitzgerald y de unos extraordinarios actores.
Inglaterra. La contención emocional. El inconformismo y la vida. El convencimiento por timón de todas las audacias frente al Poder. Una librería puede ser subversiva frente a la costumbre inadvertida y ausente.
Elegancia y belleza. Estas dos palabras podrían sintetizar lo que he visto en la pantalla grande y eterna de ese cine que siempre es anhelo de cambio y de menear las cosas aparentemente atrapadas en la perennidad incambiable e imposible. Discrepancia desde la idea de que no hay que quedarse ahí esperando que nuestros deseos queden machacados en el sofá de la conformidad.
Una mujer humilde llega a un pueblo costero de Inglaterra y decide abrir su soñada librería. La cultura debe llegar como sea y a donde sea. El libro es la historia que pasa de generación en generación, el que comunica los relevos y los sucederes humanos. Un libro es una magia social que se mete en el alma para ser profetizada y propagada, sugiriendo nuevas lecturas, gustos, diferencias, calidades, aceptaciones o diversidades.
Coixet habla de pluralidad. Y se mete en el ritmo inglés, y acompaña con su cámara y diálogos al modo anglo de un pueblo chico que tiene sus propias verdades y que defiende sus posiciones sin miramientos. El Poder va a acechar siempre. La falta de escrúpulos y la concreción de la ley.
Frente a esa legalidad, el talento y la cultura. El abrirse a otros pensamientos más profundos y sesudos. Como la propia ternura que encarna la decidida niña ayudante de la librera. Más que graciosa la ñiña actriz, Honor Kneafsey.
La librera, encarnada por la actriz Emily Mortimer, muestra encanto y talento británico. Todo aquí es muy británico. Y más aún que los gestos, son las miradas y las palabras calibradas al milímetro.
"La librería" es el hoy, la resolución, la mujer que sorprende moldes y que se va saliendo con la suya hasta que la poderosa fáctica y real de las cosas del lugar,- que interpreta espléndidamente la actriz Patricia Clarkson-, decide que se acabó y que hasta ahí llegamos porque manda ella y porque le da la gana.
Un hombre triste, aislado, pero inteligente,-maravillosa actuación de Bill Nighy-, admira el arrojo casi impensable de la librera y la ayuda y muestra brazo firme, apartando paulatinamente todas sus iniciales reticencias. Ese coraje admirado hace que vuelva a ponerse en pie y le plante cara y sin tapujos a la perversa poderosa del lugar. Lo da todo por esa causa, y su tensión le lleva a la muerte que es la otra cara dolorosa de la vida.
Nunca pasará nada porque siempre estará el relevo y el futuro. La niña que ayuda a la librera y que descubre otro mundo y otra verdad, decide purificar con fuego finalmente lo imposible, y creará nuevamente una librería nueva y libre, concretada, actual, y como de revancha culta y de convicción.
El mar. Isabel Coixet no nos hace llorar ahora narrándonos hechos aparentemente desgarradores o límites. También es límite su peli que os comento y valoro, pero es un final no feliz cargado de esperanza y de una lógica positiva.
Hermosa película. Hasta para volverla de nuevo a ver. Convence y enamora. Es bella, sugerente, tiene charme, diálogos espléndidos de humor british, y parece plenamente inglesa y cuidada. Eso es. Cuidados todos los detalles. Los detalles de la vida y de todas las personas que en la película aparecen. Hay que ser delicado y agudo a un tiempo para poder ser riguroso. Hay loza china, vestidos y fiestas tradicionales inglesas, y laboriosidad con lluvia eterna de la Albion.
-VALE MÁS QUE LA PENA-
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