A Pilar nunca pretendí conocerla bien, y eso fue un gran acierto. Por eso me tiene en estima. Delgada, fuerte como el acero, diferente, rebelde con todas las causas del mundo, feminista, de familia bien, de izquierdas, de la Universidad, valenciana, y con una pasión hercúlea casi enigmática llamada montaña. Y la bici, y lo que hiciese falta. Pero, siempre la montaña ...
Recuerdo su coche azul y alegre de los domingos, y su amor por el can Perdido, chucho que bautizó de esa manera al encontrarle y adoptarle por esa zona del citado monte. ¡Cuánto cariño le tenía Pilar a Perdido! Y qué fuerte y arriesgado era el pequeño perrito. Recuerdo cuando un día,-con todo nevado-, se caía en los hoyos allá por La Puebla de San Miguel en una excursión preciosa, inolvidable, durísima y hasta significativa. Todo temerario y hermoso.
Inconformista,profesora de Literatura, inteligente, y con una sonrisa de independencia y de autoafirmación en Pilar. La decían que si no era femenina, que si le iban las mujeres, que porqué hacía aquellas marchas y carreras de ultrafondo por la montaña, y que eso era una burrada sin sentido. Pilar, ni caso ...
Cuando terminaba su docencia en el Politécnico, entonces cambiaba el chip. Tiraba el internet al olvido, se unía a su hermano el montañero, o se juntaba con amigas inquietas con ganas de huír de la odiosa ciudad en finde, tomaba su coche azul, ponía el pie en el acelerador, y a la deseada Montaña. A correr, a andar, a hacer lo que le diese la gana, a importarle un pepino si llovía o hacía frío, y a seguir buscándose a ella misma y a sus derechos.
Coincidimos en un momento determinado de mi vida, y no sé por qué logramos simpatizar. Y teníamos a un amigo común vasco, entrañable y también torbellino natural. Una tierna fiera.
Nos aceptábamos con la mirada, pero sobre todo con el subir y bajar los exigentes desniveles de los senderos. Pilar no se juntaba así como así con los demás. Era tímida como yo, y también la aburrían las conversaciones convencionales. Siempre gustaba salirse de la norma sin ánimo de alarde. Pero también siempre abría a su paso caminos pioneros y hasta audaces. La criticaban porque era muy poderosa de energías, y porque eso del placer en la incomodidad del exterior no se lo entendían muy bien. Yo, la entendía más que bien. Pero solo sus actos. Dije antes que yo con Pilar solo era verla marchar, verla su potencia y su resistencia. Eso es lo que yo entendía de ella. Y su posición contestataria. Su genio indómito, pero siempre argumentador.
Pilar siempre me respetó y me quiso en la montaña. Me aceptó a pesar de que yo no era fácil o quizás por eso. Harta de los tipos impecables y previsibles, debía de encantarla compartir experiencias esporádicas con personas no convencionales, extrañas, fuertes y hasta indefinidas. Sus gustos raros, me incluían.
Tuvo varios novios y yo me quedé fuera. Pero no sé si me hubiese gustado ser novio o pareja de Pilar. La hubiese echado demasiado de menos. Su vitalidad y puesta en acción era muy superior a mis modestos planes meditados, y seguramente nada hubiese prosperado a pesar de todos los peses del amor que nunca se sabe ni se tiene certezas.
Fui amigo en la distancia cercana. Hace años que no la veo. La tengo entre mis contactos, los años no pasan en balde, pero el respeto y la consideración nunca son rasgados por Cronos el rey del tiempo. Hay un pacto tácito e insondable entre nosotros de mi timidez y de su respeto. Siempre sé que Pilar me seguirá la peripecia vital, y quizás se extrañe de que no vaya a la montaña a pesar de mis piernas ya caducas para esas experiencias. Pero a ella le gusta la extrañeza para sonreír.
Sí. Pilar y aquel tiempo especial siguen en mi smartphone. Está en el watsaap y no me borra, ni yo a ella. Y miro a veces el horario de cuándo me vino al privado y sigue cerca y presente. Y por si me está leyendo y retiene el nombre de mi blog, ahí tienes un beso para tí, Pilar.
-Y MUCHAS GRACIAS-
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