Una nueva estación del tren de la vida. El vernos de nuevo las caras. El ocre en las hojas de los árboles que marcan la nueva tendencia que lleva al otoño de los días cortos.
Tránsito, tráfico; la gran urbe vuelve a bullir frente a la abisal estampida de las vacaciones. Septiembre son pocos versos lentos. Septiembre es concreción, y nuevos logros e iconos, y renovación y marca que presenta un tiempo nuevo que es el continuar vital.
Septiembre es responsabilidad, y libros del colegio con ternura, y el fútbol renovado de cosas,y el cambio de hábitos y de vestidos, y lo social, y las nuevas poses y el seguir creciendo en busca o huyendo de uno mism@.
Llega el fresco matinal y el no se qué ponerme, y ya no huele a azul playa ni a desnuda chancla. Septiembre ya es asfalto, y más tensión en las costumbres, y un detenerse fugaz para tomar el impulso camino de los trabajos basura que son mayoritarios y hacia esa esperanza que es la necesaria creencia en un futuro mejor.
Septiembre es el despertar desde la necesaria holganza o tontería, es el fin de la sandía frente al verde de la uva tradicional que lleva agua pero en diversos y pequeños granos. Septiembre es la alfombra tupida que desemboca al otoño. Es su estuario, su desembocadura, y hasta su inevitabilidad.
Desentrenados y nostálgicos, marcados por el moreno playero del sol picudo, atrás quedan el chiringuito y la tumbona, y adelante se halla el gran polígono industrial de la poliactividad. Septiembre es literario y para suicidas que se cansaron en la decepción. Es un mes tramposo e indefinido que pone a prueba nuestra resistencia y nuestro sentido vital.
Septiembre es el silencio del finde, y el estrés atronador de los coches que rompen e invaden la paz de la gran ciudad dejando por el suelo la rueda sucia de tierra del pisado del campo del veraneo.
El pie se libera de la arena del mar, y los armarios son repasados, y la ropa se ha metido presta en la lavadora en el preestreno. Han aparecido los calcetines y las mangas largas. Ha comenzado el septiembre de toda la programación de nuestras decisiones de supervivencia.
Septiembre es el río saudade pero frío que no nos hace dudar. Y si dudas, te aguantas. Hay que seguir caminando hacia el lugar que sea. Da igual que sepa a salado o a dulce, o que las tormentas les den un corte de mangas al sol fijo y potentísimo del estío en franca retirada. Nos vengaremos con el senderismo y los cines.
Siempre es así porque siempre es la vida. Por eso ahora estoy oyendo el canto imperturbable de los pájaros en la mañana, o el estruendo de los chicos con sus tubos de escape dando por saco volviendo a casa de los padres desde la discoteca social, sexual y actual.
El paso del tiempo no se juzga. Y se hace autenticidad. Papá Septiembre no es ya la caída de la hoja o la dimisión de los bikinis. El tiempo es sacro y aprovechable. Nosotros somos el tiempo. Nuestras actitudes. De nosotros va a depender el próximo horizonte.
Somos hijos de la vida itinerante e impepinable. Hay lo que hay y lo que haremos. Y seremos sujetos activos de nuestros errores y aciertos. Y seguirá habiendo hideputas, y almas de buen corazón, y clase media ética, y profunda diversidad, y juguetes rotos y ausencias que no lograron superar el parón veraniego. Septiembre ha llegado para irse también. Por esa fugacidad que es todo, pero desde la cual debemos siempre alzarnos y reivindicarnos.
¡ADELANTE!
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