¡Gracias, Contador! Este deporte por etapas es una summa locura. Para lanzarse a entrenar jugándote la vida contra la supremacía amenazante de los coches, hay que estar un poco ido, tener mucha necesidad, ser un inconsciente del riesgo, querer ganar dinero y hacerse famoso, o tener una pasión sin límites por esta durísima disciplina deportiva.
Alberto Contador, lo acaba de dejar. Pero hay muchas cosas que quedarán y permanecerán en la memoria colectiva de los aficionados y por mucho tiempo.
Larguirucho y flaco, Alberto ha sido un escalador sensacional y un contrarrelojista muy completo. Ganó dos Tours, dos Giros, tres Vueltas, y quedó en el aire si lo del dóping del clembuterol fue una trampa intencionada de algún cabrón, o si un despiste paleto y confiado de un pinteño inexperto. Con esa sombra, le quitaron un Tour y un Giro. Pero aún así, ganar siete colosales Vueltas sitúan a Alberto como a uno de los mejores ciclistas españoles de la historia española, y uno de los más laureados a nivel mundial de siempre.
El ciclismo es locura. Un deporte televisivo, durísimo, bestial y cruel, en donde te tienes que hacer durante tres semanas cerca o más de 200 kms todos los días, y donde han de pasar desapercibidos los durísimos entrenos pretemporada.
El primer ciclista español fou y mediático, fue Bahamontes. El impulsivo toledano ganó un Tour y puso en el blanco y negro a España en el éxito y el privilegio individual. En los setenta, llegó el conquense Luis Ocaña, y también el escalador astur "Tarangu" Fuente, y en los noventa apareció el ciclón Miguel Induráin. Pero antes había pasado Perico Delgado y su carisma, sonrisa y simpatía. Había ganado un Tour y varias Vueltas, y ponía en pie a toda la afición cuando atacaba en los puertos.
Llegó el desierto. Casi, la nada. Y casi de ella surgió un jovencísimo muchacho nacido en Pinto,-que se había recuperado de un ictus-, y que de modo precoz se puso a asombrar.
Alberto ha sido distinto. Un culo inquieto que bailaba sobre la bici y les ganaba a todos cuando la carretera se ponía pared. Lo ganó todo y se llevó la admiración general. Hasta nos olvidamos un poco de Miguelón o de Perico y más nostalgias, y nos centramos en Alberto.
Hasta que le llegó el palo de la carne del clembuterol. Debió ser un mazazo brutal, pero Alberto es genio rebelde. Lo superó. Las pasó canutas, le zarandearon el prestigio, pero Contador se volvió a la bici y siempre negó haberse dopado.
Se cayó mil veces bajando las montañas, y sus porrazos le privaron de muchos más éxitos. Seguramente tenía miedo bajando, y las dudas le llevaban a la desgracia.
Pero jamás perdió la sonrisa. Y aunque los años le pasaron factura y ya no ganó nada destacable, él siguió entrenándose y bailando a su aire sobre su bici de carisma. Contador ha sido la prolongación de Perico en la tele.
Alberto y la épica fueron una misma cosa que nos dejaron a todos realmente con la sonrisa marcada de la sorpresa. Atacaba desde los primeros puertos y no esperaba a esos últimos puertacos de la ansiedad. Su valentía y heterodoxia,-al estilo Hinault-, le llevaron al ciclismo guerrillero y de ataque, al de la ausencia de pinganillos encorsetadores, y a ser rebelde y feliz sobre su grandeza que siempre conservó. Lo que ha hecho en esta edición de la Vuelta 2018 y última para él ha sido alucinante. ¡Atacó en casi todas las etapas! Y, nos ganó. Y lloramos con él, y gritamos como con Perico, y le vimos capaz de todo, y las gestas podían ser posibles, y toda la fantasía de nuestro cariño se desbordó y alcanzo clímax cuando descansó en su último Paseo de la Castellana de Madrid.
Froome ganó su primera Vuelta y le felicitó. ¡Todos le felicitamos! Porque parece fácil hacer lo que hizo, ¡mentiras!, pero Alberto lo ha logrado. Como su firma victoriosa en el Angliru.
Alberto ha sido el ciclismo sexy que no nos deja indiferente. Ha sido campeón y racial, se ha retirado haciendo mágicos alardes, y nunca perdió su contagiosa sonrisa de ganador.
-EL CICLISMO ES AHORA UN POCO MENOS-
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