Elegante y tranquilo, el dandy de las pistas actuales se resiste de modo admirable a pasar a intrascendentes segundos planos. Aparentemente demasiado veterano para ganar los torneos del tenis exigente y mental, Roger Federer sigue su camino teniendo a un complaciente Cronos como a su más claro rival.
Federer es longevo y educado, elegante y completo, inteligente y sereno, raramente se pondrá nervioso o sus nervios irán por adentro, parece frío pero solo es concentración, y ahora en el ocaso de su carrera Top, decide con muchas menos presiones que antes que se sigue pudiendo jugar al tenis majestuoso y excepcional que siempre manejó y dominó.
Mantiene un saque espléndido, y sus elegantes golpes de derecha e izquierda tienen la afinada y potente puntería de un superdotado que cuando tiene el día es imbatible.
Sin líos y a lo suyo. Con tenis directo y personal, intercambiando las bolas solo cuando no hay más remedio y sin complejos, Federer trata de hacer ver que la seguridad es una cosa muy importante y que las dudas pueden ser un lastre a su zen.
Sus piernas ya dan estética de veterano, y aquel cuerpo y aquella pose acriticable va mutando hacia las formas de su edad. Pero es una imagen por ahora equívoca y que a muchos ha descolocado. Porque si no presionas a Roger y le dejas hacer su tenis máquina y de catón, puedes convertirte en su pelele domado.
Son muchos años de mili en el tenis. Toda la experiencia y la grandeza. Federer ha sido no solo el mejor con Nadal de su generación, sino que nunca ofreció dudas por su exquisito buen gusto.
Y combinó la fuerza con la calidad artística. Su saque y volea fueron libres, y Roger demostró que sobre superficie rápida poco se le enseña, y que también sus golpes además de definitivos eran grandes y con un pulido de técnica espléndida y mecánica.
Le vino el bajón. No se puede nunca ser eterno en tenis. Acusó cansancios y se lesionó. Nadal, Djokovic y otros le hicieron morder el polvo y lo tiraron de su olimpo admirable y blindado. Pero Federer aún está ahí. Acaba de embolsarse el slam de Australia o Indian Wells con un tenis demoledor.
Roger sigue jugando a lo práctico y lanzando golpes oportunos que no admiten contestación. Juega tan rápido y de memoria que no te deja pensar y te saca de los partidos. Es el Valentino Rossi del tenis, y su nombre siempre sabe a sueño y a grandes logros.
A Federer se le enterró muy pronto, con ese vicio que hay de hacer de las leyendas una fugacidad consumista. Error. Porque Roger dosifica y va a su juego, y apenas mueve músculos de gestualidad, y parece lejos de las presiones y de los cataclismos emocionales. Es un out sider más que killer y que sigue vigente, y que si se toma su cátedra carrerilla acierta a no tener rivales. Por eso sigue ganando.
Todo un caballero dentro y fuera de las pistas, Federer es un gentelman del mundo del tenis, un tipo discreto y poco amante del oropel y de dar la nota. Se pone a jugar al tenis, pero cuando se acaban los partidos y los torneos el suizo busca privacidades merecidas y necesarias para que no se hable de él en exceso. Esa discreción es ganada y más que respetada. Porque son muchos años de veteranía en el escaparate de las vanidades.
Federer sigue siendo tenis ganador camino de los treinta y séis tacos, y su clase es tal que no hay que ponerle caducidad al tiempo de su ocaso porque parece sentarle fetén su vejez. Es un "abuelo" ganador, un "viejo" más que peligroso, el que tuvo y retuvo, nunca te fíes del todo de su edad y tomátelo en serio. Domina su pausa y su tiempo, y no hace drama excesivo con su deporte bandera. Juega natural y propio, corre cuando sabe que llega, y se hace el sueco para con los alardes límites. Es un zorro del que nunca habrás de fiarte. Te puede machacar cuando aún estés calentando brazo en busca de lo imposible.
-DÉJALE ENVEJECER, PERO ESPERA SENTADO-
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