sábado, 18 de marzo de 2017

- DIRIGE MEL GIBSON : "HASTA EL ÚLTIMO HOMBRE". -



Gibson. Mel Gibson en estado puro. Ahora de director. Límite. Siempre límite y extremo, polémica, pero también una enorme creatividad y vitalidad.
La película es mucho más que dura. Gibson te pone en el medio de un cuerpo a cuerpo brutal, nada menos que en la batalla de Okinawa que fue un derrame contínuo de cuerpos y sangre. Encarnizada y tan mierda como es una guerra en la que parece que en vez de estar sentado cómodamente en una butaca de un cine estés participando activamente entre furiosos soldados japoneses kamikazes y fieros.
Es la magia de la película. La verdad desnuda de la crueldad. Y a veces me pregunto si tengo derecho a quejarme, si Gibson hace sus locuras, y si es necesario ver tanto cuerpo troceado y tanto límite en donde solo la muerte y los roedores parecen sentirse a gusto en el escenario fatal. Algunas personas no podían aguantar tanta carne, y se levantaban de las butacas y salían del cine impactados.
Eso es un logro de Gibson. No dejar indiferente. La notoriedad necesaria e ineludible. Una guerra es una locura macabra, en donde los cuerpos a cuerpos no tienen mayor ley que la de la desesperada supervivencia. Comprendo a los espectadores que se iban,  e igualmente aplaudo a los que se quedaron allí sentados con ojos de tensión.
Este film está basado en la posición del adventista soldado Desmond Doss, el cual por su conciencia no desea tocar un fusil aunque no renuncia al frente. Casi surrealista y de estupor un soldado sin fusil. Fue histórico. Hechos reales. Salvó muchas vidas y nunca disparó un solo tiro. Fue un pacifista en el infierno. Un ángel en el averno. E incluso, sobrevivió.
A Gibson siempre le fue la marcha. Las cosas más aparentemente imposibles parecen atraer al australiano. Trepidantes imágenes, ritmo infernal, velocidad, concreción, espléndidos actores, nada de concesiones al miramiento, y todo así de impactante. Su película es un disparo moribundo en la batalla con un ángel humanista en el medio del horror. Okinawa fue un espanto. Una llave militarmente estratégica para ir abriendo paulatinamente la rendición del Emperador nipón; una colina mágica a la que había que subir casi desnudos y a merced del marcialismo y del orgullo del Japón.
Okinawa fue un cementerio constante de sangre y horror. Por todos los sitios. Era vencer o morir. O morir de todos modos, ganases o perdieras. Brutal.
La bala sobre el casco verde oliva, su ruído metálico y asqueroso, te deja en una realidad impepinable. Está el riesgo y la muerte, aunque te pongas todos los cascos y todas las protecciones del mundo. Ahí en la batalla feroz, si lograbas contarlo eras entonces un héroe y un ganador. Sobrevivir era la medalla de oro.
Esta película puede ser humanista si se piensa en el horror evitable. Y comparas la paz con esta salvajada que es la guerra y puedes valorarla y ver cómo te evitas el sufrimiento y la destrucción. Pero Gibson es tan él, que te deja igualmente con algunas dudas.
¿Era necesaria tanta explicitidad? Esa es la gran cuestión que queda en el aire. ¿Es menester meterse en líos de meticulosidades y de no evitar lo más execrable que una lid presenta?, ¿esa horribilidad y ferocidad debe ser contenida, o hizo bien Gibson en tirar de todas las mantas?
Es Gibson. Es el director. Si había que reflejar las heroicidades del adventista y pacifista Doss, había que bajar la cámara al césped y hacer imágenes del soldado histórico. O, no. Quizás, "Hasta el último hombre", pudo evitar tanta carne troceada y tanta inmediatez y emulación de lo real.
Lo que le admito a Gibson es que me impacte, y haga vida y polémica con su cine, y que haya discusión y rapidez, y pocos momentos de tregua, y tiempo de besos, y poco glamour, y mucha carne de dolor, y mucho él, y todo él, y todos los espectadores moviéndonos entre mil sentimientos de impacto.
-EXCELENTE FILM-

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