España ya tiene Presidente del Gobierno tras muchos meses de espera. El mismo. Se llama pues, Mariano Rajoy. El hombre de las gafas y de la barba. El de los últimos tiempos. Porque la abstención de la habitual oposición, le facilitaba finalmente la esta vez más estrecha alfombra roja.
Pero la gran chicha mediática, el gran sexy de este día de la solemne y sombría investidura a un tiempo, el protagonista verdadero, no ha sido el PP. Porque Rajoy ya se sabía que gobernaría, y Podemos iba a seguir fiel al no diáfano.
La gran noticia, el gran ausente, el foco de todas las miradas, sería un Psoe tenso, convulso, trémulo, fracturado, dividido, y profundamente triste.
Felipe González había soltado el balonazo contra el prestigio de un Pedro Sánchez sorprendido, traicionado, sobrepasado, estupefacto, lloroso, invadido, ausente y profundamente zarandeado aunque prometa volver bien pronto.
El Psoe, con nueva gestora o ejecutiva, con elecciones pendientes y sin catarsis, con consensos irregulares de abstención de fuego amigo, con gente valiente que se jugó el puesto desde su conciencia, sigue siendo un viejote y mórbido barco a la deriva que mostró jornadas atrás. El Psoe es una calamidad caótica y berlanguiana que no logra suturar su ilusión de una recuperación que ahora suena más a fantasía que a autenticidad. Un cadáver con mucha gente y que además discrepan abiertamente entre sí. El tradicional segundo Partido de la oposición olía a difunto, a plena batalla larvada, a esquirlas y a mucha falsedad estratégica.
La gran asignatura pendiente de esta formación se llama, credibilidad. La trifulca y la indefinición siguen ahí y se pasearon las cicatrices por el Parlamento. En lo más alto y difuso. En lo más mediático, carroñero, descarnado e incómodo. Coser y suturar suenan a postureo. Ese ente está muy jodido, y cuanto menos se le ha de diagnosticar una prolongada cura de reposo en un paraje natural y fresco. Reposo al que no le da tiempo llegar, porque el nuevo partido del Congreso acaba de recomenzar, y se apuran las respuestas ante las situaciones que se avecinan.
La nota ruidosa y tabú, la dio el republicano catalanista Rufián cuando les dijo a los socialistas si no les daba vergüenza apoyar al partido de la corrupción y de los recortes sociales, y les remató llamándoles Judas.
Con la tensión ahí, los socialistas le saltaron a la yugular al catalán. Se montó trisca. Nunca sonrisas de ironía cuando a un herido muy grave le metes con uña sin cortar el dedo en el ojo. O, los dos. En un hospital desafortunado, las sonrisas están de más aunque se tenga morfina o sedación. La cosa es demasiado grave para líneas rectas.
Y el Psoe derramó lágrimas mayoritarias en semblantes de discursos contrarios. Los ganadores y los perdedores socialistas tienen demasiadas cosas en común para llorar la desolación general interior. Pedro Sánchez no fue e hizo bien. Todo el pescado estaba vendido y no era ocasión de seguir con más disgustos aunque anuncie que no se rinde y que volverá. Ya veremos.
¡España! España ya tiene Gobierno. Y, Presidente. Y pluralidad, y desigualdad creciente, y hasta un Congreso que merodeó gente indignada de aguantar presuntas y fácticas representatividades, y que no tragan el rollo economicista que es el color del lápiz que escribe siempre.
Será una legislatura peligrosa para la gente pobre, y holgada para los ricos y poderosos. Será un tiempo de dura transición en espera de si Podemos pega la gran crecida o qué va a ser de los socialistas a largo plazo. Serán meses nuevos y potentes, duros y peliagudos, con oposición light y agudos envites de los chicos valientes de Pablo Iglesias. A veces te preguntas si esto es Democracia, o si simplemente nos la cuentan y nos dicen que sí.
-DEMASIADAS DUDAS-
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