sábado, 22 de octubre de 2016

- EL PODER -



Wyler Simmons nació en el neoyorkino barrio del Bronx. Blanco, inteligente y ambicioso. Estudió y logró alcanzar diferentes licenciaturas. Y siempre sintió curiosidad por saber y conocer cómo era la gente que mandaba en las grandes empresas y en los gobiernos más importantes e influyentes.
Para éllo, Wyler decidió embarcarse progresivamente dentro del Sistema y status quo de las cosas, y comenzó paulatinamente a hacer amistades y contactos para de ese modo elevarse en la escala social. Solo así podría observar el mundo y desde bien arriba. Estudió idiomas, viajó por todo el Globo, se relacionó con seducción a jefes de altas empresas, y se hizo próximo a ministros de su país y de otros muchos.
Wyler Simmons quería explorar el factor humano. Conocer bien y descubrir in situ y motu propio a las personas que con su influencia rigen los destinos de todos. Nunca le fue fácil. Venía de un estrato muy bajo, su familia carecia de estudios y no tenían la más mínima tradición en el oropel. Simmons se sentía como una especie de espía explorador y neutral.
En la agenda de teléfonos de Simmons había gente de muy distinto pelaje y con un denominador común llamado money e influencia. Y el hombre, con astucia y diplomacia a todos les seguía el juego simulando ser trepa o aventurero.
Se daba cuenta de que el Poder real era como una substancia tóxica que impregnaba,calando y castrando la libertad de las personas. Y lo que más le chocó al hombre fue que no vio excesivas diferencias entre los contrarios y entre los enemigos entre sí. Se parecían todos mucho. Lo que más pudo detectar Wyler Simmons fue que todo era miedo y supervivencia. Era como si el mundo no estuviese educado en valores avanzados o éticos. El mundo de los poderosos era fachada e hipocresía, superficialidad, hedonismo, terror y postureo.
Chinos, rusos, americanos, árabes, europeos, africanos, todos, poseían estos mismos lugares comunes. En especial, el terror. Un mundo acojonado. Un miedo cerval a todo. Unas vidas y modus de huídas hacia adelante para así no pensar. Un tiempo gandul. Unas competencias y rivalidades casi obligadas para mantener de ese modo sus prestigios y oropeles.
Todo, localismos, intereses propios y particulares, contándose los billetes, leyes hechas para su beneficio, y trampas y más trampas de falsedad.
Wyler Simmons se dio cuenta de que el abismo progresivo que separa a los ricos de los pobres se nutre de la fuerza de la ceguera del miedo. Y entre los hombres y algunas mujeres que entran en el Poder, nuestro hombre se sintió incómodo y demasiado molesto.
¿Cambiarles?, ¿cambiar sus reglas y su modo de vivir?, ¿hacerles fructificar desde las anotaciones éticas? Simmons concluyó sus reflexiones con un no rotundo. Desgraciadamente solo podría haber un factor correctivo que se hallaría y siempre, desde afuera y con valentía en una palabra llamada lucha.
El mundo que vio Simmons no iría nunca a cambiar. Solo frescura, renovación y factores exteriores podrían mover el árbol de la modificación de las cosas. De modo que, cierto día, Simmons hizo añicos la agenda en donde se hallaban todos sus contactos con los seres de oro, y decidió volver a su barrio degradado del Bronx.
Ahí abajo se respiraba mejor. Había más verdad y evidencia. Una mayor autenticidad y perspectiva real. El mundo no era una alfombra roja sino una calle mugrienta y necesitada. Y Wyler Simmons ya pudo esbozar una sonrisa de tranquilidad. Se sentía mucho mejor entre necesitados, dependientes, exclcuídos o degradados. Porque ese factor humano de vulnerabilidad y zozobra podía ser mucho más excitante y ubicativo para él.
Nunca nadie de sus amigos del Poder entendieron jamás a Simmons. Decidieron convenir sus dudas bajo la afirmación de que se había vuelto un absurdo perturbado. Necesitaban pensar así de él para poder de este modo intentar despejar balones y redimirse.
- W. SIMMONS DUERME CON LA CONCIENCIA LIMPIA-

















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