sábado, 12 de marzo de 2022

- UNA CHICA NORMAL. -



Seria, joven, formal, muy educada, fría, altiva, cautelosa, preocupada y muy de hoy. Veinteañera y de belleza evidente. Atractiva y muy delgada. Estilizada y fuerte. Femenina y tatuada. Piel blanca, de Italia y actual.

Su mirada vale más que mil palabras. Aliteh se hace mayor a toda velocidad y en el más aparente silencio. La joven ya se hace mujer y reivindica el sentido de su espacio personal.

Clase alta, independiente, orgullosa y reivindicativa desde sí misma y su crecer. Más silencio y prudencia. Larguirucha y absolutamente de 2022.

Aliteh ha sido mi vecina bastante tiempo para la edad itinerante que tiene, en busca de su sitio. Silenciosa y discreta. Celosa de su intimidad. Necesita ese celo. A mí no me vio  peligroso porque me hizo mayor en su pensar. Y para una niña, alguien mayor siempre garantiza más su seda que un chicote joven. Ella será más rápida, más actual y mucho más práctica.

Lo destacado de mi vecindad con ella, es cuando me sentí su padre pero no supe practicarle esa paternidad. Me confesó un día que estaba asustada, nerviosa, porque habían moscas en su piso, hacía mucho calor; mucho agobio. Y yo me limité a decirle que no pasaba nada, en vez de haberla propuesto que pasara a mi casa o quedarme con ella más tiempo hasta que se calmara por completo. No le dije, que una de las causas de que me fuera de su casa demasiado pronto es que nunca tuve hijas o que su novio podía aparecer en cualquier momento y quizás montar un pollo. Ya no ocurrirá más, pero trataré de rectificar esa lección para cuando futuros vecinos moren en esa misma casa. Aprender y aprenderme, es de sabios.

Asustada todavía, Aliteh se marchó hacia la calle. Supongo que para que el exterior la aliviara  la angustia.

Aliteh es perfeccionista y clara. Un pit bull peligroso procedente del piso de abajo, no paraba de lanzar ladridos amenazadores. Se me fue la olla y grité desde mi balcón a sus dueños. Y eso nada gustó a Aliteh. Igual ese incidente nunca me lo perdonará. Salió a su balcón, me miró con firmeza y no dijo nada. Debió pensar que su vejete vecino era más mayor de lo que pensaba. Y me castigó con un muy prolongado silencio. Aliteh sabe callar como pocas chicas.

Mi fanatismo hacia las plantas no le pasó desapercibido a la joven itala. Me miraba curiosa mientras yo podaba casi con obsesión dichas plantas, los riegos, las semillas, mis caricias sobre las hojas de las plantas, y esa pasión le debió producir tolerancia. Lo que pasa es que Aliteh está en edad de tomar decisiones. Desde el día de mis gritares, cambió bastante su actitud. Puso catenaccio y ya no fue lo mismo.

De su chico sé que es español, pijo, chico bien; dubitativamente crecedor. Aliteh y su mozo se tienen un cariño tierno especial. Les gusta fumarse porros y reírse mirándose a los ojos. Y hacerse dulzuras. Y que nadie les oiga ni les vea cuando se aman. Y Aliteh prefiere verte la cara ancha de la sonrisa relajada que nunca la preocupación de la seriedad. Nunca les sentí gemidos de cama.

El mundo de Aliteh es considerado, elitista, suyo, pero no pija como su novio. Ella es elegante en su blanca y atractiva piel. Se siente femenina pero no gilipollas. Y yo la veo algunos rasgos androides que solo elucubran a su belleza juvenil.

Se va. Se muda con su chico. No sé de dónde vino ni hacia adónde partirá. Eso es cosa de Aliteh y de su futuro. Y seguro que elegirá con acierto su nuevo destino y se adaptará bien. Porque el crecer de Aliteh va a ser imparable y sereno. Piano, piano ...

-ME HA REGALADO UNA PLANTA COMO DESPEDIDA-
 

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