lunes, 7 de marzo de 2022

8-M



Las hembras pudieron ir reaccionando tras miles de años de postergación y malos tratos. Incluso en las sociedades occidentales han superado al día de la píldora abortiva, o al de la liberación sexual, o al de la percepción de la sociedad machista que las sujeta y detiene: ¡El 8-M!...

Hace muy pocos años,-si lo comparamos con el olvido absoluto en la Historia humana-, que las mujeres decidieron otras directrices que nada tenían ya que ver con las imposiciones y mandangas del varón.

Las chicas empezaron a follar, después a desnudarse o a quemar sus sostenes, a mostrar sus cuerpos sin el estigma de lo pecaminoso, y fueron transitando por un sendero real y peligrosamente inevitable.

Mucho más que imitar a las conductas de los hombres, la mujer decide que frente a ese hombre que pesa más y que manda todo, que su mundo femenino también tiene su reivindicación, igualdad, y que su derecho a ser ella misma emancipándose del pasado atávico, es posible.

Por eso las chicas se dejan notar. Demográficamente son muchas más que los varones, pero el sentido posesivo del hombre le sigue impulsando a ser voraz y a violarlas físicamente, o a llamarlas feminazis, o a pensar que van excitando cuando se ponen una mini sexy, o cuando pasean por la calle a altas horas de la madrugada.

Muchos hombres creen que las mujeres van provocando por ahí, y que ponen su físico en peligro si deciden los paseos de su libertad. Porque en la posesión y en la idea masculina de propiedad, sigue el hecho mental de la mujer vulnerable e hija nuestra a la que debemos proteger indicándola que se repliegue hacia su vida de siempre.

El 8-M, pone de manifiesto en las calles una revolución necesaria. El grito femenino nunca será el histérico ni el fruto de un loco akelarre de seres desobedientes y hasta malignos. No. El habla y el grito femenino, está cargado de verdad. Aunque duela a los hombres.

El varón no estará domado, ni nada que se le parezca. Lo que ocurre es que siente desconcierto y terror al cambio de las estructuras sociales. Cree que la mujer le quiere quitar la silla, y que no es justo que compita con él. Las perciben como seres ladinos que les curvean con dicha silla excesiva y equiparable.

Y piensa el varón mucho menos en las mujeres violadas vaginal y analmente, o en las asesinadas por sus parejas cada día, y de esas cosas tan bestiales, cotidianas y tan reales como que el sol existe.

El varón prefiere pensar en la belleza de unas tetas o en el atractivo de unas vaginas placenteras. La diferencia es una gran asignatura pendiente. Como la progresiva igualdad. El oso varón no acaba de aceptar la realidad femenina, y la rechaza con escepticismo y violencia.

El hombre admira su físico, su pene, y su posición sociolaboral. Su coche, su velocidad, sus marcas atléticas, o sus alzamientos de enormes pesos. Y debe pensar que hay otras fuerzas complementarias y diferenciales. Que la sexualización de la mujer es una argucia machista más; que las tías ya no necesitan a un maromo para darle tenencia y continuidad necesaria a sus vidas. Los tíos no logran entender a las mujeres. Están en un limbo o avispero desconcertados.

Pero las chicas ya van mayoritariamente a la Universidad, y están a la par de conocimientos que los chicos, pero todas las cosas se están modificando. Y ya la mujer no anda con milongas y demanda toda la honestidad y la autenticidad en los hombres. Pureza. Porque ya no tienen por qué querer la segunda división en el mundo.

¡AUNQUE JODA!

 

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