lunes, 25 de octubre de 2021

- GUSTO A BINETTI. -




Delgado. Flaco. Muy flaco Binetti. Y larguirucho. Calvo. Casi, sin pelo. Rápido, dinámico, juguetón, contradictorio, homosexual, y evidentemente reprimido.

Es un hombre marcado por su indecisión. Nunca dirá que le gustan los hombres, aunque le gusten. Tiene cara de formal, de anónimo, roja la piel por la fuerza del sol que disimula sus rubores. Porque Binetti, se ruboriza. Debe tener unos sesenta y cinco años. Le gustan los hombres más jóvenes, los asequibles, los que él piensa que le dan terreno, los asustadizos, los mirados, los momentos propicios para sacar su verdad; un tremendo afán para no mostrar ni pizca de amaneramiento.

Binetti se muestra sonriente y gran jugador de dominó. Se sabe bueno, muy bueno en este juego de mesa, se deduce que ha jugado miles de partidas, y que en realidad aunque le encanta este juego, en el fondo todo es una excusa para disimular su sexualidad. Binetti prefiere estar, sin estar.

Las partidas, le permiten realacionarse con otros hombres. Lo que pasa es que este juego es muy machista y muy de mostrar poder y machismo haciendo ruido fuerte golpeando las fichas sobre la mesa. Y ahí se suele hablar de hembras. Mucho más en esa clave, que de mujeres que son personas igual que nosotros los varones.

Binetti se pone contento cuando ve alguna posibilidad de ligar. Me lo imagino en sus años jóvenes descubriendo su sexualidad castrada por el Poder y por sí mismo dándose placer, soñando con quimeras imposibles y con pieles reales y totalmente prohibidas.

Binetti denota en sus movimientos que es un homo activo. Que juega con la risita y la cosa tontorrona para alargar sus manos, cerrar las distancias y los espacios, y ponernos a prueba a los demás. Binetti es apasionado y memorión, ya un jubilado que en tiempos debió de ser más de ciencias que de letras. Le gusta vestir ceñido sin que se note, y como está muy delgado se le perdona y acepta. Su ropa deportiva le sienta realmente bien.

Yo, le gusto. Le gusta mi cercanía, interpreta mi sonrisa como feminoide, y todo eso que le pasa a uno cuando siente atracción por otro. Y cuando juego con él al dominó, entonces se muestra más que accesible, gana pero se deja perder algunas partidas para intentar ganarse mi condescendencia y cosas así. Es listo.

Confieso que eso de gustar a hombres, no me hacía maldita la gracia. Si hubiera gustado a mujeres, la cosa hubiese cambiado plenamente. Pero, pasado un tiempo, cuando le ves molestia porque solo soy un sueño para él, ¿por qué no sentirme halagado?

Binetti es insistente pero no descarado. Cuando se acaban las partidas de dominó, hace lo posible por acompañarme hasta la estación del metro con la excusa de que él también lo coge. De modo, que aprovecho cuando está despistado y a otras cosas, para levantarme de allí y poner tierra por en medio.

Compadezco a Binetti. Si le dijera que sí, que bien, que vale, que todo, que me amara, que me metiese mano, que subiera a mi casa, que se acostara conmigo y todo eso que él desea, sería algo querido por Binetti pero no por mí.

Creo que en el fondo Binetti no me ve con demasiadas expectativas. Sabe que habrá un final rápido, un corte, una cosa esporádica y azarosa, habrá sacado igualmente sus propias conclusiones y seguramente cuando por la noche nadie le vea, entonces dará rienda suelta a su extrema fantasía.

Sí. Binetti parece haber llegado demasiado tarde al tren de su realidad. Jamás saldrá de su armario, el cual no es su zona de confort sino su pose temerosa vital. Ha decidido que actuará clandestinamente y que nunca dará un paso de más y huirá de líos. Sabe que se juega mucho. Ya sospechan cuál es su orientación sexual, y juegan con él los demás tíos porque sí, porque le ven bueno y competitivo jugando, porque sabe y genera nivel, y todas esas cosas. Más yo solo veo noes a Binetti. Aunque esos noes sean un tranquilo silencio. Lo siento, Binetti. Yo no puedo ser.

-SUERTE-
 

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