Vi al niño muy perdido, y con una madre a años luz de ejercer adecuadamente la maternidad. Y esa sensación de orfandad en el niño, parecía impulsarle hacia el desprecio hacia los demás. El chiquito de cinco años es guapo y simpático. Pero incapaz de sentarse adecuadamente en su silla para comer, y levántandose y sentándose de la mesa continuamente. Su madre, parecía ajena a lo sucedido. Se inhibía.
La madre del nene se llama, Bel. Hace un año que se separó de su marido. Tiene cuarenta años, resolución, confusión, y muchas ganas de empezar del todo una nueva vida. Y su hijo, es como una carga del pasado que la une a su ex. Y decide callar, hasta que súbitamente salta su violencia de frustración. Monta un pollo y amenaza.
Bel, temo que necesita mucho cariño. Si su nene es nervioso e hiperactivo, ella es un manojo de nervios evidente y del que huye y huye infructuosa y constantemente. Y Bel, decide pasar de todo, lía un cigarrillo, y prefiere lanzarse a su pasión vital que es cantar.
Y Bel, canta. Y teatraliza e interpreta lo que canta. Y dice que es tímida, y lo que es, se llama duda. Es tímida según con quien esté. Si la compañía es fácil, entonces ella se siente una estrella de la tele. Si ve que la miras con verdad y seriedad en la palabra, entonces Bel se corta y tensa.
Su nene es, Ismael. Parece tener toda la carta blanca. Su abuelo Rodolfo le adora. Rodolfo adora igualmente a su hija y a su nieto, pero la vida le pegó bien duro hace muchos años, cuando un ataque cerebral le convirtió en un dependiente cuando toda su vida había sido el timón de la familia.
Cuando el abuelo está con su hija y su nieto, se siente padrazo, y se hace el alegre y el generoso con su nene peque. El abuelo Rodolfo es astuto, emocionalmente práctico y oportuno, y para él su familia es sacra. Se constituye en el gran protector. Muchas veces y desgraciadamente, con poco éxito. Seguramente se siente potentemente culpable de lo que sucede en la mesa y en la vida. Pero no quiere hacer partícipe de su dolor interno a nadie.
Mientras, Bel ha decidido no cantar. No se siente suficientemente bien. Yo, decido decirle cosas correctoras al nene Ismael, y lo que logro es que su mamá Bel se olvide de sí misma y se ponga en exceso castigadora con su hijo. Su retoño deberá ser silenciado, piensa Bel. Y no habrá ningún elemento extraño que se meta en su responsabilidad educativa. Ni con buena intención ni con leches. Solo ella es su madre ...
El niño Ismael ve su ocasión además de tirarme en un descuido la totalidad del sobre de azúcar en el interior de mi poleo. Hace mucho más el niño. Y entonces le lanza dos manotazos de rabia a su abuelo.
¿Rabia sin control en el niño y en su madre? Yo, intento pasar de todo. Hago esa técnica, interiorizando mi preocupación. Están jugando. Hacen como que no se arrean, pero parece claro que en ese triángulo familiar hay una furia larvada, la cual puede escaparse en cualquier momento.
Es evidente que Bel no acepta la situación de su padre. Y que su relación de muchísimos años sin romper con su ex, la han hecho demasiado daño. Bel está sumamente nerviosa. Y en lo único que piensa es en alejarse de allí, olvidarse por unos días de su padre, y hacer que su niño la deje en paz en su tiempo de ocio. La madre debe asumir su situación. Pero hoy por hoy no puede lograrlo. Y no es que no esté en condiciones de intentarlo lograr, sino que además las manos orientativas de los demás solo le suenan a vacua hipocresía. Más dolor.
Bel debe madurar. Es delgada, bajita, atractiva y con buen tipo. Ha vuelto a la soltería, teniendo encima una gran responsabilidad. Y a mí me gustaría que todo fuese natural. Que el niño Ismael fuese educado por alguien, que su madre serenase su ansiedad y se recompusiera, y que el viejo Rodolfo viera verdad en los ojos de los suyos. De sus más queridos.
Porque el viejo Rodolfo solo es alegría, valencianía, naturalidad, orgullo, irreductibilidad, ganas de llorar y que no se note, música, fiesta y desinhibición. Secuelas de ictus, ganas de sexo, y adicción a las máquinas tragaperras.
¡MALDITO DINERO!
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