Recuperado de una grave lesión que hizo temer su desaparición de la élite ciclista, Egar Bernal ha logrado rehacerse en la plenitud física cuando más falta le hacía a ese ciclismo de épica y leyenda. Se pasea en campeón y en rosa por el Giro 2021, y su majestuosidad le lleva al discurso apasionado y sentido.
Al Giro de Italia le han capado el Pordoi y la Marmolada en su etapa explosiva y reina. Y al campeón le ha molestado la decisión. Y también al aficionado que sabe que este deporte precisa de la exigencia y del límite para concitar el reconocimiento general y el regusto del buen aficionado.
El día dolomítico, lo daba todo para dar miedo e hipnosis atractiva. Día lluvioso, frío, cerrado, constante, durísimo inicialmente, con la nieve esperando a los dos mil metros, y toda la proeza rondando la comodidad de un tiempo de seguridades y de asentados.
Sí. Había peligro. Pero Bernal sabe que el ciclismo es peligro, que muchos no se atreven, que el sur es Colombia, y que la dureza en Europa no se mide con los mismos calibres que en la zona de los Alpes. ¿Peligrosa la etapa que concluía en Cortina d´Ampezzo?, ¿para quién?, ¿no se sabe que uno de los grandes atractivos de la carrera es su nieve en Mayo? ... Lo asumen todos los grandes campeones que practican un ciclismo excelso y que admiran cualquier dificultad como parte de su oficio.
Había nieve, y oscuridad, y curvas acojonantes, y peligro en las bajadas mojadas por el agua del riesgo. Pero esto último tiene el sexy y el atractivo de un deporte salvaje. Y el Giro es un ejemplo. Porque no tendrá la estabilidad climática de Monsieur Le Tour, pero su éxito está en la inestabilidad y en el azar prohibido. A veces parece que el miedo lo tienen más los secundarios que los que dan el callo mostrándose rutilantes y poderosos en todos los terrenos amigables o adversos, como los pensares del bueno de Egan.
¿Caerse bajando? Pues, lo mismo que ser pasto de infortunio en una montonera de rotonda, o saltar con una potencia de piernas insultante, trepando hacia todos los rivales sin aparentes alardes y con naturalidad. Absolutamente imperial el bogotano.
Por eso Bernal se sacó del chubasquero la maglia rosa de el mejor, antes de llegar en solitario a la meta más dura. Para mostrar que ser líder es un gran premio y un gran destaque, y una gran valentía, y un gran impulso para la vistosidad del ciclismo incluso en un día de perros.
El ciclismo no está encajonado ni debe pararlo nadie. Como en un marathón que pasa de las condiciones meteorológicas y que te lo juegas todo. Egar Bernal clamó por unos instantes contra esa idea muy actual de amarrarse al domesticado paradigma. Y no quiere ser un campeón dulzón. Quiere caña. Quiere que nos acordemos del Stelvio, o de Fausto Coppi, o de Bartali, o del Gavia, o de Marco Pantani, o de Fuente, o de el ciclismo de ataque que requiere de más bemoles y sensaciones propias que de pinganillos de director.
El día era maravillosamente oscuro y cerrado, y la tele iba loca sin poder ofrecer imágenes. Porque en la carretera siempre hay imponderables y toda la libertad de los ases libres.
¡VALIENTE, BERNAL!
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