Navidades peligrosísimas que se impusieron a la prudencia científica, el coche enganchado al imán de la nieve, colas, separación social, miedo en el metro, sirenas de ambulancias que intuímos lo que llevan adentro, bares cerrados a las cinco de la tarde, mucho cuidado al contagio, la mueca que se pone triste, el festivo que disimula, y las vacunas que parecen llegar a la velocidad de una tortuga.
Más ansiedad. Cuesta. Todo cuesta. División territorial en el modo de combatir el coronavirus, demografía irregular y fatal, la casa como vacuna, y el repliegue social como tristeza. Y el frío glacial que no importa a esos cerriles que siguen cortando la luz a los que nada tienen. Todos somos contagio.
Días fríos en los que cuesta despegarse de las sábanas y romper a vivir en libertad. Hay que tener la cabeza fría y no esperar a los milagros inmediatos. Ahora es mejor ser humilde y repartirse las sensaciones. Enero, 2021. Tercera ola, o como se llame esto.
Adversidad, cansancio, hablar sobre lo hablado, avances muy lentos, y Doña Vacuna que nos irá salvando a tod@s. Médicos por teléfono, gel de manos en las calles, metros llenos de gente que debe currar, hielo, deshielo, trabajadores con palas, caídas y fracturas por hielo, semblantes preocupados, y el impacto de los silencios y de las ausencias. El virus vive parasitado y matador en y entre nosotros, nos acosa y penetra. Y tratamos de defendernos con uñas y dientes, sobre todo cuando nos afecta en carne propia o a nuestra familia más inmediata.
Imperio de estufas en Enero tétrico y desolador, al borde del confinamiento, una ciudad muerta y defensiva allá cuando antes era la tarde, pensamientos paralelos, y poca gente comprando. ¡No me suban la factura de la luz! ...
Media España de blanca nieve, y la otra temblando de frío y de pobreza energética, lloros interiores, preocupación, y mil ganas de que esto pase ya y a toda velocidad.
El panorama está tomado por la dureza y la adversidad, y las UCIS de los hospitales empiezan a ir paulatinamente incrementándose. Vuelven a aparecer noticias falsas al respecto en los watsaps, supongo por el miedo que tienen los jóvenes sanitarios diezmados a que les vuelva a pasar lo de Marzo. Hay ganas de vendetta desde que se sintieron desnudos, cansados y sin equipos de protección. Están moscas. Se les amontona la faena. Y la mili que suena a guerra de sirenas ambulatorias, les hace prever más y más trabajo.
Afortunadamente, Enero ya no es Marzo de 2020 aunque las cifras puedan acercarse. Ahora ya existen las mascarillas, el lavarse a menudo las manos, mucha más experiencia en los sanitarios y la vacuna celestial.
A esa idea hay que agarrarse este año. Que es de transición. A que tenemos muchas más cosas. A que los laboratorios lo han conseguido aunque nuestras costumbres jamás vayan a modificarse. Ahora toca pensar en la vacuna, y en que nos van a llamar a millones de personas y nos la van a poner aunque sea en dos dosis o en las que tenga que ser. Es lo mejor en este tiempo frío de dolor y desazón. ¡Ya no estamos tan solos ante la gran barbarie vírica! Ahora ya hay medicina. Ahora ya es otra cosa. Ahora, y a pesar de todos los fríos y parones económicos ya podemos pensar en que la Ciencia irá diciendo basta.
-CUESTE LO QUE CUESTE-
0 comentarios:
Publicar un comentario