Recuerdo sus cuentos cuando yo era un niño. Mi abuela Carmen nos los contaba a mi hermano y a mí en el único idioma que sabía que era el valenciano, y recuerdo aquella paz en aquellas tardes de invierno combatiendo el frío con el calor del brasero que olía a carbonilla. O cuando amante sin secretos de la cocina y de los productos del campo, nos cocinaba unos boniatos dulces caprice de dieux, o cuando convertía la casa en una traca contenida estratégicamente para que las palomitas de maíz más que sabrosas nunca saliesen despedidas por los aires al freír las semillas. Y todos los miércoles de verano nos llevaba al cine Español, cine de barrio que ya desapareció. Tres películas de sesión contínua ...
Sí. Mi abuela materna fue tierna y fuerte, y su vida conocida por mí, un drama en donde siempre era práctica y de poca orla.
Por avatares que nunca conoceré, mi abuela Carmen Alfonso Arámbul se enamoró de mi abuelo Enrique,-al que no pude conocer por variadas y dramáticas razones-, se vino a Valencia y aquí se hicieron amor y matrimonio. De sus descendientes directos, vengo yo.
A veces un árbol que crece, se necesita a sí mismo pasar su ITV. Porque en su raíz estará o no el éxito de su desarrollo. Mi abuela murió de mayor y lejos de su marido, y cerca de mis padres, de mi hermano y de mí.
En su momento subí a youtube un cuento de mi abuela que yo recuperé y que retitulé "El mago y la princesa". Está igualmente en este mismo blog. No es un relato literal porque el tiempo escampa la memoria, pero yo tengo en mi pendrive cerebral y neuronal la esencia de ese cuento, en el que mi abuela teatralizaba con gracia los personajes y les daba su personal e intransferible encanto. Carmen había nacido en la naranjera población castellonense de Nules. ¿Quién podría recordar ahora en 2018 a esta sacrificada y vital mujer? ...
Seguramente, ¡mi crecer! ... Por circunstancias de desestructura familiar, los míos nunca me habían llevado a conocer el pueblo de mi antepasada entrañable. Y llega un momento en mi actual estirón en que aparece una necesidad. Ir allí, y visitar su lugar en donde nació. ¡Qué mejor homenaje hacia mi abuela olvidada que honrar sobre el terreno suyo mi recuerdo! ...
¡Dicho y hecho! Paulatinamente. Pero lo decidido, lo cumplí. Hace bien poco me fui al Registro Civil de Nules y me facilitaron su partida de nacimiento. Y en élla, estaba la calle en donde mi abuela vino al mundo.
El otro día tomé un tren y me fui a su pueblo. Cogí un mapa y me ubiqué. Me dirigí a su casa de la Calle de Sant Francesc, y hallé el lugar.
No podían haber grandes sorpresas. Habían pasado demasiados años. Ahora aquello es un centro de fisioterapia. Pero me emocioné y estuve mirando embobado el número 4 de aquella calle, e imaginando a mi abuela correteando por las calles estrechas y más que bellas del centro histórico nulense y evocando sus cuentos de mi infancia. Enfrente mismo de su casa, se encuentra la iglesia de Sant Bertomèu, patrono de la localidad. Cerquísima.
Estuve a punto de dar un beso con la mano a la clínica de fisioterapia. Pero pensé que el que mis pies estuviesen finalmente en su calle y que yo tratara de indagar con los más veteranos del lugar cosas de aquel tiempo, era suficiente para mostrarle homenaje en el recuerdo y el beso en la raíz tan hermosa y compartida.
Di vueltas por el pueblo hasta que la artrosis de mis rodillas me llevó a sentarme en sus banquitos y a respirar su luz y el oxígeno del lugar. Nules era mi aventura de afecto. Mi agradecimiento. Mi decirle a mi abuela que sí. ¡Que existió! Que, me gustaría que su vida y la de todos los de mi familia hubiese tenido más color y menos adversidades. Y antes de partir tras comer en un bar muy cercano a la que fue su casa, me aparté en un bello jardín botánico y le recé una oración a pesar de mi ateísmo.
Ahora, ¡ya está! Mi abuela ya no podrá tener dudas. Mi deseo de acercarme a su recuerdo ya queda plasmado. Fue histórico, tierno, nostálgico, agradecido y emocionante todo lo que sentí.
El tren de vuelta a mi Valencia también era mi abuela materna. Y ella me decía que muy bien, que sí, que vale, pero que ahora tocaba hacer más cosas, más labores, más actualidades, más meses y más años.
-NUESTRA COMPARTIDA LECCIÓN-
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