Han pasado algunos años. La radio de mi adolescencia y juventud. La de siempre. En aquellos momentos quasi mágicos y muy extraños, un periodista deportivo bajito y poderoso, admirado, y por toda España fascinados con él y yo incluído, ejercía un poder ansioso, ambicioso; de súper héroe en las fantasías y deseos predemocráticos y hasta democráticos.
Era dios. Era, José María García. El primer gran y ruidoso periodista mediático de mi país. García era el rey de todos los todos. Como el fútbol. O mucho más que el fútbol. Las noches de Supergarcía eran tremendas, insólitas, el capitán trueno, el hombre más imitado, "el butanito"; toda su jerga de discursos y latiguillos frente a sus rivales.
García se fue haciendo un gigante consentido y con posibilidades. Un empresario omnívoro, cuyas muletas e iteraciones de sus letanías de poder hacían que nos descojonásemos en la cama al lado del transistor.
José María García, escalaba. Escalaba desde la radio, Himalayas, otras galaxias que se inventaba, y una gran película descomunal que se imaginaba y nos creíamos, mientras esperábamos la llegada del sueño y de una democracia y libertad menos de jabatos o de héroes. Esperábamos una España de derechos y de aperturas.
Un día, el gigante vio asombrado, que un tal José Ramón de la Morena le plantaba cara y sin tapujos se enfrentaba a él. Seguíamos descojonándonos. ¿Quién coño podía osar y en el directo radiofónico poner en jaque algunas de las batallas de José María García? ...
Fueron años de guerras y distancias. Un día, García se fue de la radio. Y José Ramón tomó su relevo de liderazgo. Los dos estaban equivocados y no lo sabían. Pero España tampoco podía saber muy bien en dónde estaba, y las aperturas podían generar vértigos y zozobras que vaya usted a saber a dónde conducirían. Llegó la pax por ausencia de uno de los boxeadores, y la radio deportiva que ahora es la voz de Manolo Lama, pareció recuperar su esencia y hasta su humildad. ¡Menudos odios! ...
El otro día vi de nuevo a los dos contrincantes gracias al formidable programa semanal "Salvados" del periodista Jordi Évole.
No han cambiado demasiado las cosas. España sigue sin saber muy bien a dónde se dirige. García sigue sintiéndose dios, más envejecido, pero en la agenda de su móvil siguen estando los teléfonos de banqueros, monarcas, ministros y hasta Presidentes del Gobierno. José María es genio, figura, y de derechas.
A su lado, De la Morena ponía una cara más sincera que lo decía todo. Cara de circunstancias. A José Ramón sí se le veía algo arrepentido de las batallitas, pero seguía manteniendo su orgullo, y que el poder también para él es un goloso caramelo tentador.
El gigante y el rebelde se dieron un apretón frío de manos. Seguramente nunca será posible que dejen aquel tiempo de contínua fricción.
García pasa tan de todo, que casi ni se acuerda de la ética que nunca jamás ni mostró ni mostrará. Pasa hasta de su radio. Sigue siendo dios a su manera, aunque ya no se escuchen su voz ni sus muletillas de autosúper.
José Ramón tampoco está ya en aquel mítico ring que fue la Cadena SER en cuestión de deportes. De la Morena está ahora en deportes pero como en un segundo plano y a diferente actitud. Desengañado y hasta confuso. José Ramón nunca fue mediático, pero sí también muy poderoso. Contradictorio.
Algunos años después ya no me interesa aquello. Ahora, en deportes, prefiero la sensatez y cordialidad de Paco González, y la voz de Manolo Lama. Y las tertulias divertidas con Tomás Guasch, Emilio Pérez de Rozas, y todo el divertimento que capitanea el astur Juanma Castaño. Aunque no hablen de fútbol y se atropellen, estos señores parecen tener límites, ética, y toda la desdramatización en las voces amigas.
-AQUELLO NUNCA FUE PARA TANTO-
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