miércoles, 7 de febrero de 2018

- INVIERNO -




Frío, nieve, interior, cambio climático, rigor, lluvia, adversidad para el Sistema, límites que impone la Naturaleza, e imperio del placer íntimo del hogar y del fuego y el calor humanos.
Protección y paraguas, detención meditativa y filosófica, postales de pueblos de ensueño; andamos desacostumbrados a un exterior poco amigo y demasiado real que nunca engaña.
Invierno, medias tupidas de mujer, eternidad en el deseo y en el lugar íntimo y coqueto de nuestro bienestar. Gorritos, guantes, bufandas, aires acondicionados de calor, bolazo de nieve de adolescente que se reparte entre sus amigos hecho añicos de frío, aldeas perdidas pero todavía vivas que saben sobrevivir por la academia del ancestro y de la costumbre, la potencia de un esquiador que desafía rutilante los impactos y la consulta del traumatólogo.
En invierno la gente se muere mucho. Es un período especialmente fatal para los vulnerables y los desheredados de la Tierra. Para los excluídos, la libertad invernal es lo más espantoso que puede sucederles. Pocos refugios en las bocas del metro, malas caras, situaciones inesperadas, y una nostalgia de reality soñado cuyo atajo puede llamarse alcohol de no pensar.
En las cocinas la carne cruje sobre las brasas y maderas y se vuelve roja y llenadora de energía alimenticia y deseable. El cuerpo pide kilos, sólidos, líquidos, presencias nutritivas abundantes, vino peleón y poco refresco.
El medicamento del caldo caliente se une al paracetamol o al ibuprofeno, en el vademecum preventivo. El antibiótico le ha llegado a más de medio país español. Pocos se han salvado del virus de la gripe, las vacunas han fallado en la cepa, y el dios invierno se lanza sin miramientos abrazando olas y borrascas de vientos, fríos, lluvias, y de todo aquello que pueda chocar con su eterno rival que es la playa desnuda y calurosa del estío.
En invierno y en Febrero va creciendo la luz, pero aún es el corazón de un tiempo que no nos gusta porque nos paraliza los desplazamientos y que convierte a los coches en meras figuras estáticas y fallidas.
El invierno es tiempo para aguantarse la frustración y para ser creativo y realativizadoramente riguroso con uno mismo. El tiempo glacial y frío es un período de organización del capitalismo propio e interior. Mientras mueren ancianos y sin techo, los demás driblamos y nos defendemos sobreviviendo en nuestras casas con seriedad y valor.
Y tenemos el televisor, y el transistor, y el móvil, y el ordenador, y podemos detenernos a jugar a la banalidad, o a comentar por qué son tan bellas las largas piernas de una mujer sin edad.
El invierno siempre es un termómetro interno. Es el reverso del verano; el imponderable severo que te dice que no y te tienes que joder el viaje previsto o la reunión de negocios programada.
En el balcón, muchas plantas sufren el rigor. Pero otras duras, empero, ven el momento más oportuno para el enigma de su gran fortaleza. Y los brotes se rebelan y salen, y se dejan ver, y se oponen férreamente a todos los corsés que la tierra de la maceta le puede proponer. Y cuando te das cuenta son tallos, de los cuales muchos de ellos alcanzarán tamaño y vida.
En mi balcón el invierno es apacible porque lo tengo lleno de plantas, y al lado en el interior, hay una enorme cama confortable que desea oler mucho más que a hombre.
En invierno hay mujeres duras y prácticas, valientes y arrebatadoras, con unas botas enormes que realzan su femineidad y que nunca detienen su mágica vitalidad. Invierno es el tiempo de la cita queda y apasionada. Y al fondo, una leña roja y ardiente de calor y película siempre puede hacernos el deseo y el sueño.
-FRÍO Y REALIDAD-

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