Hasta ahora el pequeño Guille podía sonreír cuando veía al "espantapájaros", un hombre con vestimenta estrafalaria que se dedicaba a caminar por las calles, y que cuando veía a los niños, saltaba, hacía muecas, y trataba siempre de hacer reír. Y Guille reía con el "espantapájaros", que era el apodo con que se conocía a este singular payaso de ciudad.
Guille y el "espantapájaros", se miraban. El tipo daba saltos y correteaba con su disfraz hacia atrás y hacia adelante, y lograba la espontánea risa y sonrisa del niño.
Ahora le cuesta horrores sonreír a Guille. Su vida es un drama porque la familia no se elige y caes en donde caes. Puro azar.
Y eso que su padre tiene un excelente trabajo fijo de docente en un centro público. Y los abuelos tienen tierras. Y su madre siempre está cerca porque es ama de casa. Pero no es que las cosas vayan bien. No. Es, que van dramáticamente mal.
Acaba de llegar muy tarde del trabajo el padre de Guille. Se llama, Marcial. Su mujer le ha hecho la cena, y el niño ya está en su habitación a punto de dormir. Afuera, en el salón comedor, comienza a mascarse la tensión. Habla Ángeles, madre de Guille:
- Ángeles: " ¡¡ Son horas de llegar, Marcial !! ...
- Marcial: "¿Y a tí, qué? Sabes que nuestro amor se acabó hace mil años y que vives de mí ..."
- Ángeles: "¡Marcial!" ...
- Marcial: "Y hoy vengo estresado del trabajo. Y no quiero ni cenar. ¿Dónde está el pequeñajo? ..."
- Ángeles: "¡En su cuarto ya, Marcial! ..."
- Marcial: "¡No le protejas! ¿Ves esta correa y esta hebilla? ¡Adivina qué voy a hacer con ella, zorra! ..."
Ángeles le siente terror a su marido. No es respeto. Es también cobardía.
Marcial, antes de dirigirse presto a la habitación de Guille, le recuerda a su mujer: "¡Ángeles! Si alguien se entera de todo esto, sabes que te mataré. ¡Ni se te ocurra pues irte del pico! ..."
Ángeles le mirar con más terror y trata de seguirle hacia la puerta. Marcial la aparta a empujones. Se quita la correa y esgrime la hebilla. Penetra en la habitación de Guille y da un portazo al cerrar.
En el interior de la habitación del niño se suceden los correazos y los llantos. Un buen rato. Hasta que su padre se cansa. Desde afuera se oyen gritos y súplicas, gemidos, y toda la impotencia. Después, a Guille le cuesta demasiado dormir.
Ángeles se ha escondido en la habitación matrimonial para tratar de oír lo menos posible. Y de repente, Marcial entra y quiere sexo. La mujer le deja que se desfogue. La noche cierra todas las luces y los dramas. El sueño distrae los avatares. En esa casa nunca pasa aparentemente nada raro. Por la cuenta que les trae a todos ...
Nuevo día. Guille vuelve del colegio como todos los días con su madre. Y de repente aparece el hombre "espantapájaros". Mira a Guille y se sobrecoge. Esta vez el niño muestra un semblante extraño, triste, melancólico, desprotegido y hasta indiferente.
El "espantapájaros" se fija en la cara de su madre. Intuye todo a través de las miradas. Dicen que el payaso urbano es tenaz, intuitivo, y hasta vidente. Aseguran que capta energías y que ve venir las cosas que pasan más allá de las máscaras de las apariencias.
Pero no se da por vencido. El "espantapájaros" quiere que Guille vuelva a reír. Lo ve difícil. Pero el hombre de ropaje estrafalario es vitalista, sensible, insistente, soldado de la ternura, y como buen payaso un defensor de los niños, a los cuales dedica su tiempo y su vida.
Guille mira perplejo. Está el "espantapájaros", y está su realidad dura interior y familiar. Quizás un día se rompa todo. Pero mientras tanto y aunque no pueda sonreír, Guille sabe que está el payaso raro y divertido. Y eso está bien.
-UNA UNIDAD POLICIAL SE DIRIGE A SU CASA-
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