En el Seminario prometía mucho. Iba como un cohete hacia el servicio a Dios. Por aquel entonces no se me conocía como "Pintxo", sino como Gabriel el bueno. O, el bonachón. Según gustos ...
Es curioso pero estoy muy satisfecho del inicio de mi caída libre. Porque digan lo que digan, me enamoré como un Romeo romántico y corderito, de una novicia pícara e imposible. Siempre recuerdo esa paradoja con dulzura. Me pillaron con las bragas de Victoria en la mano e in fraganti, y no me pude negar a que el Superior de aquel templo me dictara sentencia. Adiós a la espiritualidad, y se hará lo posible en tener la piedad suficiente para no comunicar los hechos al cuartel cercano de la Guardia Civil. Supongo que los curas tenían demasiado poder. Nunca más pude pisar una iglesia. Más tarde, se me fue la afición motu propio.
Me hundí con las bragas de Victoria. Bella, enamorada, morbosa, posible y para mi una diosa fatal. No sé por qué me enamoré. Es un misterio que puede ser diabólico. Victoria fue el diablo más maravilloso que exorcicé. Aquello fue mucho amor; demasiado amor antes de nuestro sexo ...
Sí. Me desilusioné. Ahora debería caminar con demasiadas dudas por los terrenos mundanos. Mi familia no quiso saber nada de mi. Acababa de cumplir veinte años y todo me fallaba. El dinero, el prestigio, las miradas de los otros, y aquella presión, había que romperla como buenamente pudiera.
Apreté los dientes cabreado tras una noche fría en un albergue, y al otro lado de mi mirada vi a dos tipos de cerca que no parecían tenerme buenas intenciones. Soy intuitivo. Querían sexo. Uno de ellos, confiado, se desabrochó la bragueta y caminó hacia mí.
No sé qué les hice, pero fui rápido, abrupto, rasgador y escurridizo. Dominaba los cristales, y les herí pero que muy graves a los dos. No quiero saber qué fue de su paradero aunque el Juez me dijo varias veces que uno de los dos tipos ya no conservaba sus constantes vitales cuando llegó la poli.
Demasiados años de cárcel. Veinte y pico de deambular por lugares inhumanos y durísimos. Allí fui bautizado como "Pintxo", pero siempre se asegura que después de mis impulsos enrabietados logro sacar una sonrisa de carisma que deslumbro y que es impropia de un convicto.
El cristal agudo suele ser un amigo. Te haces de temer. En tus diabluras no encuentras el límite, y te conviertes en un salvaje valiente. El menú me fue variando hacia la toma de todo tipo de substancias. Sí. Yo merendaba, desayunaba, comía y cenaba todas las drogas precoces con pan. Era una bestia con huesos fibrosos. Un tipo rápido. Un niño grande y cabrón de cuidado, pero siempre con mi espacio sorprendente para la sonrisa, ¡coño! A veces me pregunto por qué es que sonrío ...
Me escapé varias veces de los penales, y me dieron unas tremendas palizas. Top secret las consecuencias. Hasta que los treinta años de cárcel se redujeron. Lo conseguí. Ya se sabe. Buen comportamiento, me desintoxiqué de las drogas o eso hice ver, mucha cabeza baja de arrepentimiento, y unas enormes ganas de ver en la libertad el cuerpo mágico y vital de mujeres maravillosas.
No me gusta demasiado el mundo de los buenos, ahora que la cárcel ya parece historia del atrás. La cárcel la conozco bien, pero igualmente trae muchos límites y condicionantes. Yo necesito respirar el aire de la playa, y viendo a esos lujos de mujeres que se barnizan al sol, sigo pensando en mi amor fatal Victoria y en que todo lo perdí menos sus bragas. Me empuja la vida y me la gano siendo explotado por unos mafiosos que tienen chiringuitos en la Costa del Sol. Ninguno de sus monumentos rusas puede llegarle a mi Victoria evocada. Ni en sueños.
-VICTORIA SÍ ES DIOS-
0 comentarios:
Publicar un comentario