martes, 3 de enero de 2017

- EHLA -



Nunca mirará hacia atrás Ehla. No tiene ya sentido. Hace treinta años que le pasó lo inesperado. Se quedó de repente sin marido y sin ganas de nada. Y metida en el tsunami inesperado y letal, lloró todo lo que nunca puede mensurarse. Su familia le tiró una mano, y pudo sacar adelante a sus entonces niñitos.
Treinta años después, Ehla ya hace mucho tiempo y mucha vida que vive, que disfruta y que experiencia. Ya pasó todo. Sus niños, la parejita, ya vuelan solos y están casados. Y la familia ha compensado y ha crecido. Ehla ha vuelto a ser madre recientemente, porque ser abuela no deja de ser otra maternidad, y esta vez sin sobresaltos ni pesadumbres. Ahora fue felicidad.
Ehla ya no cumple sesenta años pero está guapa y se siente bien guapa y actual. Se lo dicen muchas personas porque es cierto. En cuanto el calor llega, abandona la Meseta y se va a la costa mediterránea. Allí está su lugar apacible y de sol, su vacación holgada porque se lo puede permitir y porque tiene todo el derecho.
¿El amor? Eso pertenece al pasado que se truncó. A la desgracia antaña de su viudez. Luego, ya no piensa en nada que no sea en amistad. Porque Ehla tiene muchas amigas, muchos amigos, y mucho entusiasmo, y mucha energía, y muchas ganas de revanchear a su tiempo perdido. El amor murió con su marido para no volver, pero eso no significa el retorno del llanto o de la ansiedad, sino sencillamente un nuevo tiempo de su vida.
Sabedora de su encanto, Ehla es cautelosa y precavida. Pero nunca rehúye los envites ni tolerará que la llamen cobardica. Es sencilla, auténtica, clara, nuevamente libre, señora, ilusionada, social, decidida, y hasta puede parecer sorprendente.
Y aunque raramente concede su teléfono personal a sus insistentes pretendientes,a veces, muy pocas veces, experiencia esta excepción. Es como si jugara de nuevo al placer de la ingenuidad.
Ehla juega con el ordenador, y el otro día un insistente le plantó el teléfono en su chat privado, seduciéndola con la idea de que no tendría bemoles de llamarle.
Pero, Ehla, se atrevió y marcó los números. Lo hizo. Lo hizo porque se siente tan segura que sabe que ya poco hay que temer. No tiene ni puñetera idea de la imagen física de su nuevo amigo, ni su mail por ahora, no sabe qué es exactamente lo que desea, se siente halagada cuando el desconocido la llama audazmente lindezas como bombón y cosas así, y sabe que la otra voz que tiene al lado de su teléfono es varonil y educada.
Ehla se vuelve audaz y atrevida con los años. Vive a gustar y ser gustada, siente curiosidad de conocer mucho más de su desconocido, y está cual reina halagada al ver que todavía con más de sesenta años se pueden levantar suspiros de expectación en otras personas.
Pero Ehla es vida. Mucha vida. Nunca pasa ahora nada excesivo o impensado en dicha propia vida. También tiene unas amigas y unos amigos más, poseedores de sus señas, físico, forma de ser y teléfono. Y de vez en cuando quedan y se ven por Alicante, por el Cantábrico, por la capital, o por donde se tercie o se quede.
Ehla tiene una ilusión merecida y unos nietos que adora y que son con sus hijos la prioridad. Ha sabido ser suficientemente egosísta consigo misma, y hacer de su tiempo libre un vademecum de pasatiempos y bienestares.
Pero si ha de ponerse ropa sugestiva, no habrá ningún gurú moralista que pueda ponerla tabúes o monsergas. Y si ha de ser melosa, será un caramelo de chocolate y fresa. Y si ha de amar fugaz y sin ataduras,será siempre una amante inolvidable y ellos tendrán toda la suerte de abrazar su piel.
-LA VIDA ES EHLA-

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