Era un "menino" cuando los ojeadores del Real Madrid pusieron su mirada en Vinicius. Se lo tomaron a burla. Solo sería exotismo y carne estimulante en una Europa fría y llena de practicidad. Y sus diabluras solo podrían ser folclore en un mundo de estrategas disciplinados y duros peones de brega que juegan desde la escuadra y el cartabón.
Pero Vinicius es ambicioso. No se arrugó y pasó todos los cortes y hasta los choques culturales. Sería chupón y de alardes, pero su calidad epataba y restaba risitas.
Hasta el punto de que Vinicius logró convertir a las dudas burlonas en olés de admiración. Alcanzó la titularidad del Real Madrid y luchó bien por ella. Lo consiguió a pesar del escepticismo general. Su fe, le salvó.
Vinicius tiene mirada absolutamente desnuda, excesiva, de cuna, de Brasil y hasta de África. No solo es piel black, sino acento de otro lugar y verdadera pasión por el fútbol. No puede negar que viene de donde viene. De un sitio, en donde los esclavos juegan al fútbol para no morir en la indolencia indiferente.
El futebol saca al negro de ese tremendo país y Continente, y le pone sueños a su futuro. Y cual inmigrante de lujo, cruza la frontera en busca de la aventura del money esperanzador.
Vinicius no deja la poesía de su juego. Sigue haciendo lo que se le ocurre con el balón y con su enorme calidad creativa. Lo que sucede es que no recuerda que al recién fallecido Pelé, le daban pero se levantaba sin rencor. Y no se metía en líos ni buscaba al culpable de sus heridas de tacos en las piernas.
Eso, no lo caza Vinicius Jr. Y cual nueva sensación del fútbol mundial, como una nueva perla negra sin inhibiciones, lo mental le juega malas pasadas. Porque el fútbol y su continuidad se nutre del equilibrio para alcanzar cobijo y ubicación en el grupo y en los tops.
Vinicius se siente una víctima. Se ha vuelto intocable y soberbio. No quiere que le arreen, porque es muy grande. Su vanidad es ambiciosa y confunde la solidez con el previsto resbalón.
Todos son malos. Todos le llaman negro. Todos le empujan y le tiran. Todos le provocan. Y Vinicius, todo lo protesta y reivindica. Y sus rivales le ven venir los nervios y se ven capaces de sacarlo del partido. Y Vinicius, de perderse en vanas y absurdas reyertas futbolísticas constantes, que a quien perjudican es a él mismo.
No debería Vinicius ganarse la fama de quejica. Porque si se fortalece tal estigma, no podrá salir de ese confuso foso. O, le costará horrores ...
Vinicius Jr. ya ha demostrado con creces que sabe jugar al fútbol, que no tiene miedo y que maravilla su verticalidad y habilidad. Y que la fama de no tener gol, se puede corregir. Ha crecido muchísimo.
Pero se tiene a sí mismo como a su peor enemigo. ¿Superará la presión y sus errores? De momento no parece ser capaz de domar su caballo que se desboca hasta el humorismo. Debe luchar por cogerse las riendas y no empezar a dejar el camino lúcido de Pelé y desviarse por el cruce fatal de Neymar.
En fútbol, la cabeza es fundamental. Cruyff perdió un Mundial por no salir del cabreo contra el árbitro y Berti Vogts en Alemania-74.
Sí. La sesera es la mejor forma de madurar. La única. Europa nunca será Brasil ni viceversa. Y sería una lástima que Vinicius truncara su carrera y su magia por absurdidades de barriada. Para que el mago Vinicius siga asombrando, ha de llegar el momento de su pausa sin que ceda su alegría, ni su creatividad, ni sus bailes festivos. El fútbol es profesional. Y no digamos jugando en el gran Real Madrid.
-VINICIUS TIENE POR DELANTE UN RETO-
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