Es puro cloroformo. El ambiente se transforma y pasa por encima de ti. En el fondo admiro esa neutralización, la cual forma parte de la técnica de experiencia vital.
Sientes que te pasan por encima, y entonces tratas de elegir actitud ante ese ser de otro mundo que está contigo, ante ti, que te mira sin pudor ni ambages; como si te intuyera venir.
Mi cara es el espejo del alma, pero no importa. Lo que prima ahora es el rostro estándar, lo que está bien, lo que toca, lo más diplomático, y hasta parecería que hasta lo más efectivo.
Sí. Hay otros mundos bien diversos. Son personas que no piensan ni pensarán como tú, y que aunque te rocen siempre estarán a una calculada y prudente distancia que aparece como inapelable y triunfadora.
Ese cloroformo, esa posición socioeconómica, ese otro ritmo de discurso que parece trillado y definido por situaciones ya vividas, tiende a desarmarte y a hacer que tu verde sea azul, o que su rojo te parezca negruzco.
Yo, prefiero un tanto el ruido y la furia cuando me siento incómodo. Pero también sé callar y esperar, y preferir ver qué propone el otro universo cuando esgrime un idioma avanzadamente perfilado y exitoso.
Es como cuando te cogen la manija del partido, y no es cualquiera quien lo hace. Es como si tuvieses delante a un gran capitán de la canarinha o de la imperial Alemania. Y van, e imponen al menos aparentemente sus tempos y sus tics, y parecen llevarte por el camino que desean y sin hacer la mueca del esfuerzo.
¿Competir?, ¿equilibrar? Es complicado. Porque el privilegiado no hace grandes virguerías para desplazarte, sino que simplemente aguarda sus detalles para el dominio de las situaciones sin más.
Cloroformo. Transformación del nervio en hilo de arpa musical. Parece devorarte la superioridad de la experiencia elaborada, que ya avanza suave como un Atila de hoy y te da bien pocas opciones de sentirte tú.
Pero yo sé que no es derrota sino narcótico existencial. Sí. Es otro mundo que aparentemente nunca pugna contigo, pero que trae los deberes hechos. Y no es que esté ese mundo agazapado atrás para pillarte descuidado a la contra, sino que la posición de ese ser de otro mundo es suficiente para que no seas quijotesco ni pancista. En realidad el ser de otro mundo es el infranqueable molino de viento, que quiebra y puede hacer trizas la espada de un ejecutor atrevido.
La atmósfera del atrás se ha modificado tanto, que el brillante estruendo anterior, ha dado paso a un silencio enlentecedor, magno y supremo. Y todo ya puede parecer otra realidad y otros mundos y planetas que te revolotean y están dispuestos a juguetearte sin hacer un solo movimiento de impaciencia.
Es casi todo ya una mera y vana lucha zen, en donde no se trata de ganar sino de sedarse. Porque lo que gana es el privilegio y la larga distancia, la imposibilidad, y la aceptación de cómo otros seres plantean las cosas. Y entonces nunca pasa nada que aparente ruido físico, y cuando todo cede te pones a pensar.
-Y MEDITAS-
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