- "Oye, tú que sabes más de esto que yo, ¿tan bueno es ese jugador? ..."
- "¿El 8, Presi? ..."
- "Sí. Ese mismo. Veo que te has dado cuenta tú también? ..."
- "No sé qué decirte. No es malo, ojo. Técnicamente es de los mejores. Pero la verdad, Presi, es que no veo que Rández esté por encima de otros jugadores. El míster sabrá ..."
- "Pues, vale, Secre. Mientras ganemos y las cosas vayan bien ..."
- "Tranqui, Presi. Domínguez, el míster, lleva mucho tiempo en esto del fútbol. Sabe lo que hace. Sus razones tendrá para ponerlo siempre ..."
El fútbol es fuerza, pasión y competitividad. Y mucho entreno. El coach Pedro Domínguez dirige el entrenamiento. Van terceros en la clasificación, y ese puesto es un buen objetivo para un club modesto.
Es Octubre. Los jugadores sudan la camiseta, pero menos que en Julio. El sol quiere acariciar con su menor influencia. Se agradece. Entrenan tres días a la semana. Es un club amateur. Solo cobra el míster, porque lleva toda su vida en esto del fútbol a pesar de que todavía es joven. Los jugadores no perciben dinero por jugar. Tienen a su disposición, instalaciones, la indumentaria deportiva y todo lo imprescindible. Los gastos los paga el Presidente. Y cada futbolista tiene su trabajo, el cual lo simultanean con el fútbol.
Miguel Rández, es el número 8. El interior sobre el que charlaban el Presidente del Club y el Secretario técnico. Rández quiere ser escritor. Se presenta a todo concurso literario que detecta. Y, no pasa desapercibido. Ha sido finalista en uno de los certámenes literarios, y quedó en cuarta posición en otro de ellos. Su escribir es prosa descriptiva. Y su estilo es fino, y va ganando en impronta personal. Le apasiona la práctica del fútbol.
Ha terminado el entrenamiento del día. El míster hace una seña a su interior. A Miguel Rández. Su número 8. Se quedará con él un tiempo más en el campo de juego.
- "Y, ¿por qué, míster? ..."
- "Te falta fondo. Y un poco de mentalidad. Estaremos aquí hasta que se vaya la luz ..."
- "Como quiera, míster ..."
- "Háblame de tú, Miguel ..."
Pelotean. A un toque. El míster sigue en forma. El jugador parece crisparse en cansancio. Pero Pedro Rodríguez hace como que no se da cuenta y sigue ofreciéndole el balón con rapidez. Después, toca correr un rato, y luego charla técnica particular.
El míster Pedro Rodríguez, mira fíjamente a su pupilo Miguel Rández. Y le ve fuerte y hermoso, delicado y elegante, veinteañero y diferente. El jugador está leyendo aquella mirada casi descarada que le observa. Y por precaución no se atreve a decirle nada al entrenador.
- "Oye, Miguel, ¿tú tienes novia? ..."
- "Éso, no se yo si es de su incumbencia, míster ..."
- "Ya, Miguel. ¿Tú sabes una cosa? ..."
- "Puede, entrenador ..."
Cae tanto la tarde, que la visibilidad es ya bien escasa. El entrenador le mide la distancia a su jugador. Casi está invadiendo su espacio. Pero a Miguel Rández parece no importarle. Y el entrenador le habla cada vez más quedo. Primero, de temas futbolísticos. Le indica que debe correr y esforzarse más, porque sus compañeros no poseen su técnica, pero hoy en día es muy efectivo el físico y casi se valora más.
Después, Pedro ya no le habla de fútbol, sino de cosas personales a su jugador. Y le dice con riesgo que le tiene a él una querencia especial y por muchos años. Miguel Rández sigue sin decir nada. Guarda halagador silencio, y no muestra en absoluto el más mínimo atisbo de desagrado. Hasta que ambos se detienen y se miran a los ojos. Se dirigen a los vestuarios y se duchan. Se visten, y cuando están a punto de despedirse, el míster Pedro Rodríguez le dice a su jugador:
- "Oye, venga. Te acerco yo con el coche a tu casa ..."
- "Pero si vivo a diez minutos ..."
- "Venga. Sube ya ..."
En el transcurso de esos diez minutos hay mucho respeto mutuo y desinhibición. Se les nota a gusto. Son diez minutos intensos y tiernos, casi prohibidos en un pueblo pequeño y tradicional, en donde los hablares se tornan susurros y las miradas todo lo pueden. A veces, el conductor conduce con una sola mano. Las manos se rozan gustosamente. Y al final se escapa un beso en las mejillas.
Pedro, le dice a Miguel:
- "Me gustaría que no faltaras a ningún entrenamiento, chaval ..."
- "Lo voy a intentar ..."
- "Cuando no hayan moros en la costa nos llamamos por el nombre, ¿vale? ..."
- "Vale, míster ..."
- "No. De tú, Miguel ..."
- "Vale ..."
El equipo, funciona. Están invictos en casa. Y fuera, están logrando excelentes resultados. Pedro y Miguel ya no se juntan al terminar los entrenamientos en el césped. Podría ser peligroso. Es un pueblo tradicional. Mayoritariamente, los habitantes son creyentes. Como se entere alguien de que el míster y el 8 se gustan y se entienden, puede montarse una bien gorda y definitiva.
Mitad de temporada. El equipo sigue bien. Tanto, que han ascendido a la segunda posición. Acaban de ganar cinco a cero. Y Rández ha marcado su primer hat-trick. Eso ha de celebrarse. Y esa noche, en mitad del oscuro y ya frío crepúsculo, se escucha el sonido del motor de un coche. La dirección, la casa del entrenador. Miguel, el jugador, no está nada nervioso. Al revés.
Pedro y Miguel entran en la casa del primero. Es un coqueto lugar, sito en un lugar alto. Pedro descorcha una botella de cava, y le ofrece una copa a Miguel. Y luego, se besan. Y se siguen comiendo a besos sin parar. Y ya todos los tabúes se van cayendo.
Se desnudan. Pedro le pide a Miguel que le deje admirarle un rato. Miguel, sonríe, y a continuación se lanza deseoso de amor y sexo sobre la cama en donde descansa siempre Pedro. Y le susurra:
- "Eres maravilloso, Pedro ..."
- "¿Porque te pongo siempre de titular, mi canalla? ..."
- "No, Pedro. Ja,ja,ja,ja ... ¡Dejemos de hablar de fútbol ahora! Ja,ja,ja,ja ..."
Ahora nadie habla. Todo es sensualidad, sexualidad, satisfacción mutua, y todo el amor. Hay un deseo que lo parte todo. Que vuelve a la carne, estremecida, y a mutua y excitante disposición. Lo que no saben los dos enamorados, es que han sido seguidos por otro coche.
Este segundo auto, ha aparcado a unos metros de aquella casa. En su interior, están el Presidente y el Secretario técnico del club.
- "Te lo dije, secre ... ¡Son maricones! ¡Por éso lo pone de titular! ¿Qué hacemos? ..."
- "El equipo va bien. No puede ir mejor, con la calidad de la plantilla que tenemos, Presi ..."
- "¿A pesar de que es titular ese marica, señor secretario? ¡Joder! ..."
- "¿Por qué no les esperamos y les damos una paliza, Presidente? ..."
- "No lo veo como una solución definitiva, secre ... Ojalá fuera esto tan sencillo ..."
El sacerdote del pueblo es informado de lo que sucede. Pero, declina opinar. Su único argumento es su gesto adusto. Finalmente, dice:
- "No esperaba las noticias y ..."
- "Padre, ¿qué se hace en estos casos?", le pregunta el Presidente al sacerdote.
- "No me gusta. Pero yo no haría mucho. El equipo está funcionando. Y si lo divulgamos a la gente en general, me temo que el ruido nunca puede ser positivo para nadie ..."
En efecto, el equipo sigue bien. Aunque no pueden subir, han acabado los primeros de la clasificación. Miguel Rández ha hecho 17 goles, y Pedro Domínguez manteado por aficionados eufóricos. Nada ha podido ir mejor. Y se ha convocado un festival de gastronomía y una muestra de productos naturales. Hay que promocionar el pueblo, y ha llegado toda la fiesta. Se ha llenado la Plaza Mayor. El Presidente del club habla con su Secretario técnico:
- "Esos dos maricones no siguen el año que viene. ¿Lo sabías? ..."
- "Y, ¿cómo lo vas a hacer, Presi? ¿Ellos quieren irse?..."
- "¡No, Secre! He tenido tiempo para pensar las cosas. Verás ..."
- "Pues dímelo, Presi ..."
- "Pactaré con ellos. Es lo mejor. Les diré que si no se van motu propio, todo el pueblo lo sabrá. ¡Y que se preparen! ..."
- "Lo que tu veas. Tú mandas, Presi ..."
La noticia ha corrido como la pólvora. El pueblo ya sabe que la próxima temporada ni el míster ni Rández van a continuar. Y más que enfadados, decenas de hinchas protestan ante la casa del Presidente. Exigen la continuidad de ambos héroes futbolísticos. Pero ante la negativa del Presi, los hinchas se ponen furibundos y empiezan a tirarle piedras a los cristales de las ventanas de su casa. A punto de llamar a la Guardia Civil, aparece de repente un coche con dos hombres a bordo. Son Pedro y Miguel. Y le grita Pedro a la multitud:
- "¡Dejad tranquilo al Presidente, coño! Lo váis a desgraciar, ¡joder! Tenemos que deciros que nos ha fichado a los dos un equipo de Segunda, y no debemos declinar la oferta. ¡Comprended las cosas! ..."
Pedro y Miguel no han logrado convencer a nadie. Lo único que han logrado ha sido desviar el timón de la indignación, y ahora el gentío les llama traidores y peseteros. Las piedras impactan sobre los cristales del coche de los ya ex ídolos, y el auto huye de allí.
A los pocos minutos, llega la Guardia Civil. La gente agacha entonces la cabeza, se calma y van volviendo a sus hogares. Desde la casa del Presidente del club, se oye una voz que grita:
- "¡Que son maricas, joder" ...!"
Pero ya nadie le hace caso. Todo ha concluido definitivamente. Callan todos. Sobre todo, el Presidente y el Secretario técnico. Es mejor así. Al día siguiente, todo el mundo ha de ir a trabajar. Disgustos, ¡los justos! ...
-NUNCA LLUEVE A GUSTO DE TOD@S-
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