viernes, 28 de enero de 2022

- A IRENE LE CAIGO BIEN. -



El sol valenciano actúa potente sobre el sello de sus cabellos alegremente pelirrojos. La cántabra Irene es coqueta, niña eterna, femenina y especial.

La conocí cuando hacía senderismo. Pero mi artrosis rotuliana la apartó de mi vida. Hasta que un día la volví a encontrar en ese templo valenciano tan desconocido que es una joya botánica y monumental. El Jardín Botánico.

Mi chica de la película, Irene, me recuerda trepando como un poseso por aquellos senderos atrevidos en donde hasta las cabras dudaban en adentrarse. Yo era todavía joven, e Irene casi una jovencita pizpireta y dulce, y hasta tremendamente desconcertante, suya y vital.

Irene labora en las oficinas de ese pulmón verde de mi ciudad, lleno de árboles centenarios y peculiares. Mi cercanía al lugar, hace que lo frecuente muy a menudo, porque para mí más que un lugar hermoso, es un sitio especial. Es bastante mi casa, en donde yo di mis primeros pasos, cuando este lugar de investigación universitaria aún se llamaba "El Huerto Botánico".

Sí. Me siento un poco como un Tarzán vintage y halagado por una mujer sin edad. Porque la edad e Irene no se parecen mucho. Es alta, fuerte, juguetona y eternamente chica. Admira que soy poeta y que aquel tiempo de senderismo fue emblemático y un potente cacho de nuestro apogeo y belleza física.

Irene parece tranquila aunque sea un manojo de nervios. Si le caes bien, tienes mucho ganado. Si no es así, lo vas a tener difícil. Te podrá perdonar y aclararse las cosas, pero para ella estará la fractura del jarrón chino que marca un antes y un después.

Irene se ha puesto ha flexionar los tobillos. Y le gusta a su autoestima que le digas cosas bonitas y que le lances una sonrisa natural. Sí. Irene flexiona los tobillos y las piernas como una chiquilla. Como la chica de un film hipotético. Y entonces me ha contado que lleva unas zapatillas engañosas, porque abrigan muchísimo sus pies aunque parezcan ligeras y de verano, y se ha relajado mucho dado que lleva una racha agotadora de substituciones a causa de sus compañeras que causan muchas bajas por el Covid.

No se quería bajar la mascarilla, no porque no le guste lucir belleza inmarchitable o por pudor de timidez. No lo quería hacer, porque sencillamente es a ella a quien le gusta tomar las decisiones y que no se las impongan los otros.

La chica Irene del Botánico, se ha relajado buscando el sol suave y que cunde en el mediodía invernal. Y se ha sentado en un escalón junto al "Umbracle", y yo la he imitado y me he sentado junto a ella mientras mis dedos audaces y masculinos jugaban con los cordones de sus femeninas y personales zapatillas.

Es chica y se sentirá chica para siempre. Me gusta que afirme que tiene las cosas bien claras. Y no olvida que es mujer, y que es normal que cause agrado, y le encanta charlar desinhibida con sus compañeros jardineros de pie de obra, y es evidente que le gusta gustar.

Irene es sol, le encanta viajar, y descubrir los trozos del vivir en cada momento e instante. Y le atraen los silencios atractivos. Y se vuelve a hacer la tímida conmigo. Lo que quiere es mirarme cuando mis ojos divisan las enormes copas de los árboles centenarios que imperan en el majestuoso marco verde.

Y entonces Irene decide que sí, que la llame y bajará al Jardín cuando no tenga mucho trabajo, y junto a la zona experimental de la Huerta del lugar porque allí hace mucho sol, y su rubicundo cabello lleno de misterio se tornará mujer y vitalidad. Y cuando te descuides, te dirá que la flexibilidad de sus tobillos y de su cuerpo en general se debe a que hace yoga y se sustenta desde una excelente alimentación sana natural. 

Pero yo sé que lo de Irene es gen femenino, y manzana, y jugueteo con el pensar que en sus anteriores reencarnaciones también fue chica, y mariposa, y gato, y gacela, y marchadora curiosa de montaña y playa.

- "Oye, tu planta está muy bonita ..."

- "Ah, la que te regalé. Me alegro."

-ELLA ES OTRA PLANTA-

 

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