sábado, 22 de enero de 2022

- ABRIENDO LOS OJOS INTERIORES. -



Cotidianeidad. Cosas que pasan. Lavadora estropeada. Un ruido tremendo. Busco en internet. Reacciono bien. Me pongo en contacto con la marca oficial de mi lavadora.

Llega un tipo. Busca diagnóstico de daños. Lo halla. Me dice que eso no tiene reparación, y que deberé comprar una nueva. Sí. Pero antes de irse me saca cerca de cincuenta euros. ¿Por hacer qué? ... Por hacer su trabajo. "Gracias por venir ..." "Ale, adiós ..."

Me alegré mucho interiormente. He crecido y me he fortalecido. Era imprescindible y también es muy meritorio. Jode que se te estropee la lavadora de la obsolescencia programada, o que un tío no hace nada, te saca los cuartos, etc. ¿Hacer el diagnóstico es no hacer nada? ...

Antes no me pasaba esto. Si no mandaba al diagnosticado a escardar cebollinos, no le miraba bien, y cuestionaba ese pago inicial. Me sentía muy a merced de aguas revueltas. Me ponía serio, mucho después de irse el diagnosticador, y me sentía rabioso y angustiado. Me sentía horrosamente mal. Demasiado frontal y muy poco estratégico. Sobre todo para conmigo. Mi daño interior estaba permeable y evidente, e incluso necesitaba desahogarme con quien fuera para hacer ver ese dolor sincero y potentemente entrañable.

Y entonces, evocaba. Y recordaba al señor Torrijos, el cual tenía una tienda de electrodomésticos en mi barriada. Mi madre, angustiada, se iba a su tienda. Y Torrijos veía a mi madre, la tranquilizaba, venía a casa, la orientaba, y le proponía un electrodoméstico barato y lo más adecuado a nuestra precaria situación familiar. No quiero imaginar a mi maravillosa y tierna madre, asistiendo al espectáculo del diagnosticador que nada arregla. Aunque sea porque esto no tiene arreglo. Y quizás yo me contagié de esa idea de vulnerabilidad. Y cuando mi tierna madre falleció, yo tomé su relevo. Y cuando algo se estropeaba, llegaba el desmorone. ¿Qué hacer y por dónde empezar? ¿Qué se hace con las perras que te saca el diagnosticador?, ¿podría gastárselo en putas? ...

Pero hoy digo que no. Me han crecido los ojos interiores. Y no me he hecho daño por adentro. Solo, el imprescindible.

He pensado en que el diagnosticador podría ser un padre de familia, o un superviviente social con sueldo temporal, y sobre todo, un eslabón más de una cadena de normalidades sociales que a todos afectan. Unos se las creen, y otros no comulgan de esa realidad.

Me he alegrado mucho. No he sentido un tremendo dolor. He podido pensar con mucha más potencia. Ojo. Sigo pensando en que el neoliberalismo y yo somos como dos líneas paralelas, dispuestas a no encontrarse jamás.

Pienso que las cosas no se hacen así. Que no hay que cobrarle a la gente por hacer diagnósticos, y que solo hay que cobrar cuando se repara algo. Y que si no se repara, se va uno a otro sitio y que el sacarte por eso los dineros está de más.

Esa normalidad que ofrece este singular capitalismo de pícaros con leyes favorables, nunca va a ir conmigo. Que no esperen que les aplauda.

Pero la buena noticia es mi novedad y mi fortaleza interior. He asumido que el espadachismo,-con razón o sin ella-, es infructuoso y una pérdida de tiempo. El dinero está perdido de antemano.

Y sigo pensando que el diagnosticador puede ser un padre de familia, un mero eslabón que a lo mejor piensa igual que yo pero que debe mantener a sus hijos, y que los de la tienda en la que he comprado otra lavadora, son exactamente lo mismo. Porque la dependienta Desirée es casi treinteañera y coqueta y coloquial, y es otro eslabón de la cadena con dedos largos y femeninas uñas maquilladas.

He sabido deslindar la golfería del Sistema que me rodea, de mi dolor interno y pretérito. Mi alegría interior es novedosa y mágica. Tierna. Trabajé décadas mi salud, y salieron frutos. Y siguen saliendo. Independientemente de que el mundo sea más golfo.

¡SALUD!


 

0 comentarios:

Publicar un comentario