lunes, 14 de diciembre de 2020

- EL MINISTRO DE SANIDAD ANTE "GONZO" EN "SALVADOS". -



Un "sacerdote" laico y social. Junto a Fernando Simón, Salvador Illa,-Ministro de Sanidad-, es el gran psiquiatra y psicólogo de la bestial pandemia en España.

"Gonzo",-el entrevistador de programa Salvados-, era un excelente sparring. Tiene rigor, honestidad y convicción en su trabajo periodístico. Y le preguntó a Illa, sobre todo, repasando la brutal tragedia.

Salvador Illa es nerviosote. Tiene un tic que lo certifica. Pero como buen filósofo, sabe leer las situaciones. Estilo cauto y solemne. Sin florituras ni distracciones. Yendo al grano. Armado con una gran velocidad al emitir sus respuestas. Habla el ministro tan rápido y con tanto acento catalán, que a veces parece no entenderse lo que cuenta o divulga.

Illa no entró al espectáculo o a la frase grandilocuente. No lo suele hacer desde que empezó esta mierda peligrosa del virus. Se limita a ser funcionario de aparente mano blanda, que es lo que no soportan sus cabreados rivales.

Serio. Muy serio. Siempre serio, Illa. Le ha tocado lidiar con un tsunami de visceralidad y de provocaciones, y ha aprendido mucho aunque admita un cierto cansancio. Pero parece que es un cansancio esperanzador.

Dolor es lo que hay en el país y en el mundo. Y cuando Illa sale en la tele no es para ahondar en el terrible dolor. Insisto en que su labor es la de decidir y apaciguar fuegos de emocionalidad.

Habla poco, Illa. Nunca habla mucho. Se limita a focalizarse dentro de su ardua y laboriosa función. Lleva muchos meses así. Arremangándose reunión tras reunión. Y afirma que nunca sintió pánico. Ni en marzo. Porque él no debe mostrar ese contagioso espanto que genera lo desconocido. De hecho, en el transcurso de la entrevista, logró hacer sonreír dos veces a su entrevistador.

Sí. Hay que convivir con el dolor y la preocupación. Hay muchas cosas en juego. La salud no solo es el virus, sino sus consecuencias. La salud es que la gente pueda aguantar hasta la esperanzadora vacuna que calcula que serenaría allá para el verano.

Medicamentos y vacunas. Remedios o antivirales. Lo que haga falta para serenar. Por eso Illa no se alteró cuando escuchó el dolor. No. Decidió seguir con su lema inavirable. Afirma Illa que confía profundamente en la madurez y mayoría de edad de la sociedad española. Aunque solo sea que para ser inteligente es preciso destacar el optimismo y el sentido común colectivo.

El terror navidad, lo toreó con finura y brevedad. Lo citó con riesgo, pero en seguida afirmó que la gente sabe lo que tiene que hacer esos días en sus casas por su bien y por el de los suyos. Que suprimir las navidades a una sociedad con agotamiento, puede ser una idea peor que la propia enfermedad. Hay que buscar momentos sensatos de encuentro humano. Somos sociales y venimos de estar encerrados. Y la Navidad también es ternura.

Se decidió convivir con el patógeno y así va a seguir ocurriendo, con olas o sin olas. Confía. El mensaje del ministro otorga confianza y buenos deseos. Su rey mago, es la idea positiva de la vacuna.

Afirma que todo lo de la pandemia pasó demasiado bestia y demasiado deprisa. No se podía hacer sino lo mejor posible. Cometer los menos errores. Los inevitables. Y tratar de aprender mucho de todo. Se sigue aprendiendo mucho de todo.

Illa no es adivino, pero también ve la luz al final del espantoso túnel. Y vuelve a solicitar la colaboración ciudadana. Porque es fundamental para él y para la Ciencia. Afirma que él se vacunará si se tercia, aunque no es amigo de saraos.

Parece un político gris, con un carisma más de cuidados que mediático. Pero eso le beneficia porque todavía aquí sigue el shock y el temor a que puedan volver las oscuras golondrinas. Y contentar a todos es imposible. Illa afirma que intenta hacer lo mejor posible su trabajo.

-Y NO PIDE NINGÚN HALAGO- 


 

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