miércoles, 30 de diciembre de 2020

- ARMANDO MANZANERO HURGÓ EN EL AMOR ROMANTICO. -



Tú ve y enamórate. Hasta las trancas. Y ella de tí. Mírala. Embelesados. No importa el físico sino la complicidad de sus manos. El uno mágico entre los dos. Es ella. La más que guapa. La más maravillosa. La que te hace feliz. Tu novia, tu chica, tu señora, tu belleza, tu felicidad, tu plenitud, tu estar junto a ella, siempre ella, eternamente ...

Armando Manzanero tuvo ese impacto de encanto. Ese poder de atracción para convertir al amor maya de su Méjico en un sueño exportable, eterno y destacado. Puso sus dedos en medio de los certeros sentimientos, y el romanticismo se abrió en nosotros. Y ese hombre bajito y músico de cuna, genial, incombustible, poeta a mil, inspirado como un Píndaro en la adolescencia de los sentimientos, sabiendo salirse con la suya, vivir, y encantar a generaciones. Ahora, parece todo esto del baile de parejas y del amor apasionado, una suerte de cursilería abobada que da paso a la practicidad de la individualidad intersexual. Y el gran debate es si ha acabado un ciclo y todo queda ya demodé, o si esto es mucho más longevo y universalmente acaparador de lo que martillea la real modernidad. Todo un enigma.

Lo que pasa es que el amor es bonito, ¡recórcholis! Y ellas están ahí. Y entre todas las chicas llamadas amigas, hay una que realmente se constituye en novia. Y entonces, es otra cosa. Y hay muchos profundos preliminares, y hasta ese paradigma de la felicidad que se anticipa a la salud y que está rojo de cariño, de pasión, de delicadeza, de danza, de amor, de compartir una misma estancia, de vivir los momentos presentes pensando y sin pensar que serán eternos, y que en ese goce de la unidad amorosa está el gen de la satisfacción y de la sonrisa eterna.

Ve y enamórate. Y sácala a pasear, a bailar juntos, a las tardes junto a los jardines de los adolescentes, a vestirse guapos y favorecedores, a demostrar estéticamente que sóis una pareja, y que ahí en el medio de la calle de la felicidad os apetece daros un beso profundo y apasionado, y hacer que los demás os miren envidiosos, y a vosotros dos no os importan los rubores porque no existe nada y nadie. No existirá nada mientras ocurra el amor.

Contigo aprendí, porque el amor es sabio y genial. Y tú te has puesto guapa para mí, y has pasado una noche acaramelada e inolvidable. Y pensando en mí. Pero mañana sonará la música del maestro Manzanero, y te volverán a agarrar las ganas de tomarla entre tus brazos y mirarla a los ojos siempre y con admiración y belleza.

¿Te imaginas? ¿Te imaginas perderte con tu chica por la montaña un día de primavera soleada y de naturaleza, y no volver? O, ¿volver tardísimo a casa? O, ¿no pensar en el reloj de la vuelta porque no cabe otra cosa que caminar y descubrirse juntos y sin tiempo? ...

¿No es magia el beso?, ¿alguien puede afirmar que no se enamorará como un dulce y varonil cordero? ¿La suerte está echada?, ¿se piensa que el amor romántico no tiene fuerza cuando es lo más maravilloso y explosivo que hay? ¿No te sientes bien cuando ella recibe tu cariño, y su semblante se torna radiante y expectante?, ¿hay algún impedimento a que te entregues por el amor del que te hablo? O, ¿al menos dejas la puerta entreabierta? ...

¿Por qué no esa tarde o esa noche de estrellas envidiosas?, ¿son mentira los sueños posibles?, decir te quiero con arrobo, ¿es una menoridad? ... Ve y piénsalo mil veces antes de contestar.

¿He escrito sobre Armando Manzanero? ¿seguros que solo he escrito que fue mejicano y que trasformó el amor de varias generaciones de enamorados con sus letras y canciones? No lo sé. Yo creo que lo importante es detenerse en medio del bolero, y del amor, y de la tarde, y de la balada. Y vivir el momento mágico. Y dejar que el paso del tiempo lo decida todo. ¡Mira las estrellas! ...

-Y NO PIENSES EN NADA MÁS-




 

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