Es el día 18 de Diciembre. El gran partido de fútbol del planeta. Sí. El Barça de Messi contra el Real Madrid de "Zizou" Zidane. Ese choque clásico que aúna alrededor de las teles a los seguidores de todo el mundo. Porque sin compararlo con un Boca-River,-más localista-, este choque que se produce al menos dos veces al año, trasciende lo deportivo y llega a la gran pasión mundial de las emociones encendidas.
¡Cataluña! Cataluña en tensión y semidivisión. Ya hubo que aplazar este partido en su día. Las cosas estaban demasiado inflamadas para que en medio de la gran tensión se juntara circo.
La política. La política y el deporte. El próximo miércoles 18, en el Camp Nou de Barcelona hay un reto político y social que llega a esconder lo deportivo en el cajón de la menoridad.
Para los extremos, hay ganas de lío. Los independentistas moderados pactan con el futurible Gobierno en el Estado, y van a hacer todos los esfuerzos para que ese miércoles haya la mayor seguridad posible para todos, y que las cosas queden en una manifestación masiva pacífica.
Solo, ruído. Solo, gritos y reivindicaciones. Si quieren, que se caguen en quien quieran. El grito no mata. El grito solo molesta. Meter al Real Madrid en Barcelona y en el Camp Nou, puede ser un gran efecto de normalización pacifista y pacífica. Un síntoma de necesaria esperanza. Un gran éxito.
Este año no habrá tanta presión por el fútbol entre los de Messi y los de Sergio Ramos.¡No! Esta vez será una mera transición. Un partido con ganas ideológicas y de descarga de adrenalina. En este partido, habrán muchos partidos. El partido de los independentistas catalanistas que no pararán, el partido de los constitucionalistas que mirarán todo lo fiscales posible el más mínimo incidente, el partido de los analistas y periodistas políticos que intentarán darnos la alineación y las estrategias del clima político catalán y general, y quizás en última instancia huyendo del morbo los periodistas puramente deportivos nos hablarán de fútbol, de Messi, de Benzema, dc Valverde, de Zidane, del V.A.R., del arbitraje, de si fue o no fuera de juego, de los goles, y de todas esas cosas que si no hubiera mar de fondo solo podrían ocurrir ...
El Barça-Madrid de este año pierde su esencia futbolística y estará manchado por el morbo de la tensión. Será un partido de obligación policial, de parar las frustraciones apretando las mandíbulas, de deseo de silencio de quienes queremos que la tensión social catalana se vaya aliviando con el diálogo, y hasta de ganas de que el partido concluya de una puñetera vez a pesar de que aún ha de jugarse.
Los más exaltados lo intentarán todo. Impedir que los futbolistas del Madrid lo pasen bien, que los árbitros sean caseros, que el V.A.R. se equivoque a favor del Barça, o que los comentarios se distraigan y en vez de fijarse en las genialidades de Messi o de Ansu Fati, se fijen en quién hace la mejor de las enconadas provocaciones destinadas a armar lío.
Un partido tremendo y audaz. Porque audaz es que en Cataluña la cosa se reconduzca hacia la serenidad y el temple. Todo debería ser fútbol en un Barça-Madrid, como todo el planeta fútbol sabe. ¡El deporte!
El radicalismo y las emociones exaltadas avanzarán por el centro del campo para meter goles indeseados y como sea. Los enemigos radicales del independentismo nos contarán toda la literatura y simpleza en un país europeo, moderno y avanzado. Unos gritarán ¡Independencia!, y otros en su casa dirán ¡España! ...
Apasionante reto social. Si el independentismo logra detener a sus aspectos más punzantes y hurgadores, podrá recobrar una cierta sensación de seny y de cordura que se les escapa para el resto del Estado. La política jugará otro gran partido. Y en este choque político convendrá mesura, empate y equidad. Y si el Real Madrid gana, tranquilidad que la Liga es larga. Lo mismo que si gana el Barça. Nada de enfrentamientos al acabar.
-AUNQUE SUENE A BUENISMO-
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