lunes, 2 de diciembre de 2019

- COGÍ SUS MANOS -




Aún no sé si debí hacerlo, pero yo cogí sus manos. Con delicadeza, audacia y mucha fantasía aventurera.
Lo que fuera, pero cogí sus manos. Me había dicho antes muchas cosas de dolor. Perdió a un marido con cáncer hace unos meses y a quien casi nunca quiso, tuvieron dos hijas, nunca hubo la comunicación necesaria, todo se había ido a hacer gárgaras mucho antes de que nacieran sus ya veinteañeras chicas, ella se dejó ir, su fenecido marido tenía un excelente sueldo y en nada escatimaba su distribución porque temía que ella se le fuera, y ahora resulta que a Gloria le ha salido bastante mal su decisión errada ya de partida.
Gloria tiene un cuerpo espléndido y completo. Tipazo, grandes senos, alta, delgada, valiente y estilizada. Una atleta que va perdiendo sus facultades. Y la peor de las facultades es el dolor psicológico que la trae mártir y que aúna el duelo por su marido a la sensación de fracaso personal.
Por eso la cogí las manos finalmente en aquel restaurante intimista con hilo musical clásico y de relax. Todo poco concurrido.
Gloria es piel vulnerable y hermosa, una superwoman en horas bajas. Lo fui describiendo cuando percibí que apenas me preguntaba nada, que descargaba y descargaba su dolor, y que no podía evitar el lloro del duelo.
Me dice ella que su marido era un machista total. Y que no solo la tenía prohibido que se pusiera ropa favorecedora, sino que le negaba incluso el derecho a salir los sábados con él o sin él a cenar. Según Gloria, su fenecido ex amor era un tío loco que la maltrataba psicológicamente y que se escondía en el ordenador de la habitación sin hacerle a ella el más mínimo caso.
La verdadera Gloria no tiene nada que ver con la que yo ahora puedo ver. Porque Gloria es terremoto y torbellino, y le gusta viajar, y apuntarse a un bombardeo, y viajar, y que la lleven, y montar en una moto haga el tiempo que haga, reírse a carcajada batiente y sin ambages, gozar en el mar, y recuperar todo el tiempo perdido de su vida y aprovechando que sus hijas se hacen mayores y empiezan a volar de su nido.
Gloria es hembra y madraza, y tradicional, y más que práctica, y ahora solo sabe que por ahora no puede levantar cabeza y necesita hombros para llorar.
Se emociona. Pero también tiene derecho a que le gusten muchísimo los hombres y a jugar a la aventura de la eterna joven que coquetea con las situaciones y con la vida.
Claro que la cogí las manos y le acerqué mi espacio al suyo. Y ella cerró los ojos y yo le hablé muy bajo. Y la hice callar la narrativa de su dolor. Y acaricié el dorso suave de sus manos, y ella no solo me miró en relax, sino que agradeció mi ímpetu y mi delicadeza. Y me dijo que sentía calor, y entonces ella me cogió las manos a mí. Y no las soltamos en veinte minutos. Gloria es deseable y gusta de lucir. Y se pone a cruzar las piernas como una reina, y sabe que me gustan sus largas extremidades y las medias que las realzan.
Ella quiere ahora muchas cosas. Quiere sentirse admirada y deseada, y desconectar,y que la hagan revivir sus sueños de deseo. Y agradar a los hombres para agradarse a sí misma.
Gloria se siente culpable de haber sido sumisa a su machista esposo. Y me dice con la sinceridad como bandera, que hace un mes estando en la playa con un brevísimo bikini de los que no tapan nada esencial, pasó un mulato bastante más joven que ella y le lanzó un piropo tan natural que la mujer se sintió de nuevo en el esplendor del poder de sus carnes y se dijo a sí misma que por qué no había aprovechado mucho antes esa anatomía suya para destacar y verse realmente potente como lo es.
Yo, le digo muy pocas cosas. Solo, la verdad. Que es una bomba, pero que su mundo está por venir y que no pasa nada por tomarse las manos en un lugar íntimo, y que solo su psicólogo ha de decirle si escoge o no sus mejores caminos.
Me siento el padre de un bellezón deseado y desorientado. Y cuando tomo sus manos, siempre acabo mirando el reloj a hurtadillas. Los dos corremos peligro de no tocar el suelo real. Por eso yo espacio y disimulo todo lo que puedo los encuentros. Me gusta, a quien no, pero Gloria sabe que solo es una transición sin más. Y procedo a su respeto.
-FALTARÍA MÁS-

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